lunes, 1 de junio de 2009
Pag.133 $ Un sol de Van Gogh
Cielo azul. Monte umbrío. Sopla una brisa fresca, primaveral. Se alzan trinos de notas musicales escasas, repetitivas, mecánicas, armoniosas. Suena sobre la calzada, un ajetreo de coches. Son las ocho y treinta minutos. Llega una detonación de cantera, sin eco, rota, seca.
Pasean por la ciudad, bajo un sol de Van Gogh blanco, olímpico, pensionistas con gastroenteritis y parados con problemas circulatorios. Sombrea el camino que conduce a los caseríos, una higuera.
Por la tarde, el sol oeste ilumina una luna sureste, blanquecina, semiesférica. Traza una parábola ascendente con las alas desplegadas, una paloma gris y blanca.
Atardece.
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