jueves, 4 de junio de 2009
Pag.136 $ Palomas blancas
Cielo gris y blanco. Trina fuerte un pájaro. Bruma densa. Dormita quieto sobre la verde vía, un gato. Cambian de pelaje a blancos manchados, grises claros y blancos marrones, los gatos siameses. Suenan trinos melódicos y ruidos de fondo, malhumorados, desapacibles. Oculto junto al muro de piedra, observa con fijeza felina el zarzal crecido, un gato gris y blanco.
Amarillea la hierba sobre la vía. Sobre el sendero, con pasos cortos, mecánicos, pasea un gato gris y blanco. Maúllan gatos agresivos desde la profundidad del matorral. Suena a barcaza vieja de gasoil, el motor de un camión.
A las diez en punto, el sol horada las barreras nubosas y templa la vía. Brotan flores blancas de los árboles que sombrean el terrario. Picotean sobre plazas enlosadas, crías de palomas blancas.
Por la tarde, sopla el viento. Amedranta a los gatos, un coche aparcado sobre la vía. Ataca con la energía infinita de un ala, una paloma negra. Nubes grises flotan hacia el sureste. Se oyen estallidos pirotécnicos. Atardece.
Rompe la tormenta, virulenta, atronadora y las gotas racheadas blanquean el monte. Rasgan el cielo estelas de rayos difuminados. Llegan olores frescos, húmedos, ionizados. Ennegrece el monte bajo un cielo blanco y azul. Jarrea a las once y once. Ahonda la noche.
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