viernes, 30 de enero de 2009

Pag.12 $ Gatitos, pájaros y caballos

Nace un nuevo día. Cirros rojizos pincelan un cielo azul, de atmósfera limpia, de frescor cálido. Al poco rato, el rojo se desvanece y nubes blancas de ondas esféricas, caóticas e irregulares envuelven el cielo.

A primera hora de la mañana, los gatitos más pequeños han salido del refugio a jugar saltando y persiguiéndose. Los gatos de los caseríos, excepto los atigrados, también se han aventurado hasta el centro de la vía de grava, dubitativos. La luz y la calidez del día anima a los pájaros a entonar trinos ahogando el ruido del rozamiento de los neúmaticos y los motores de inyección que, carretera arriba, ponen a prueba su par motor.

El sol del Este proyecta sombras aleteadas de coches aparcados en batería sobre el asfalto. Melbourne. En el extremo sur, paneles de plástico transparentes, separan la acera de la carretera nueva, excavada bajo el suelo, por la que transitan coches hacia una rotonda con desvíos a túneles iluminados con forma de caja de cerillas grande. No pocos problemas dió la carretera nueva a los arquitectos y operarios porque debajo de una fragilidad aparente, el monte oculta capas de piedra gris de gran dureza.

En el centro de la rotonda, han instalado una estructura de piedra con forma de v invertida. Al final de cada pata de la v, un elemento de cemento, con forma de casco de caballo, sirve apoyo. A modo de abanico, cables metálicos de color azul anclan las patas al suelo. Al lado, han levantado una comisaría. Alzando la vista desde la rotonda, el camposanto. Los coches circulan, día y noche, por debajo de lugares donde reposaban los muertos, por debajo de osarios, tumbas, nichos, cruces y epitafios.

Algunos coches aparcan en doble fila al lado del muro de ladrillo rojo. Oscurece el día. En la cima del monte, brillan dos luces blancas.

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