lunes, 18 de mayo de 2009

Pag.$ 119 Una atleta olímpica


Cielo blanco, negro y gris. Brisa fresca. Trinos. Suena impaciente un claxon. Caminan hacia colegios católicos subvencionados niños de uniforme. Pasean por las calles de la ciudad personas con parálisis cerebral. Chilla lejano un halcón. Se troncha, junto a una universidad pública, un álamo de hojas verdes agua, corrupto, carcomido por dentro.

Llega la vibración de una taladradora abrezanjas. Entran en fase una cascada de trinos y el rugido de aviones. Taciturno, tembloroso, otea y olfatea alrededor del sendero de grava, un gatito blanco. Asciende lento y denso el humo de una hoguera, arriba en el monte. Pasea entre la vegetación, junto al muro de piedra, un gato gris y blanco. Observa extrañado una furgoneta aparcada, desde el mismo muro, otro gato gris y blanco.

Por la tarde, nubes de barras blancas y grises ensamblan el cielo. Corre arcén abajo como si fuera una atleta olímpica, una escolar uniformada.

El gato que zigzaguea encorva el lomo cuando avanza. Atardece.

No hay comentarios:

Publicar un comentario