viernes, 1 de mayo de 2009

Pag.102 $ Un vencejo negro


Nubes grises al Sureste, azules al Noreste. Brisa fresca. Se mueven por la vía un gato naranja y otro negro ibérico. Vibra el aire con detonaciones fragmentadas. Otros tres gatos saltan, ruidosos desde el matorral. Sale tibio el sol. Sobre la vía, con un chubasquero azul marino, recoge raíces culinarias, un hombre corpulento. Una nube, con forma de estructura de muelle de atraque portuario, flota férrea, por encima de las antenas de televisión.

A las doce menos doce minutos brilla, con intensidad variable, el sol. Canta un mirlo. Florecen en los huertos de los ocicats, margaritas gigantes de color naranja. La ciudad es una sucesión de aros, de singularidades perfectas. Nubes bajas, acumuladas, oscurecen los montes del Suroeste. Corta el aire un vencejo negro.

Por la tarde, quietud y silencio adormecen caseríos, prados y huertos. Nubes grises altas, desordenadas, cubren el cielo. Atardece.

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