martes, 26 de mayo de 2009
Pag.127 $ Música de ópera
Cielo gris, de líneas al noroeste, nubes estratificadas al sureste. Surcan nocturnos aviones comerciales, casi vespertinos. Trinos. Frescor. Olor a hierba húmeda. En medio del sendero, sentado sobre su patas traseras, un gato gris blanco naranja. Sobre la zapata de la catenaria, otro negro naranja. Suena la vibración mecánica, ronca, de un motor de un transporte de equipos calefactores. Llegan ecos imperceptibles de una ambulancia distante.
Por la tarde, el viento sureste abre veloz un cielo azul de nubes blancas. El gato dálmata, encogido, otea el noroeste. El viento zarandea los árboles del terrario. Suena metálica la pieza hidraúlica de un camión de obra. Aparcados junto al caserío reformado, hay casi siempre, dos o tres coches, relucientes, impecables. Brilla ténue el sol.
Los gatos son superficies de colores naranjas, blancas y negras sobre las hierbas verdes sureste. Llega música de ópera.
Atardece.
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