jueves, 28 de mayo de 2009
Pag. 129 $ Una paloma torcaz
Cielo blanco y azul de nubes altas, difuminadas. Trinos. Claridad luminosa al Este. Entre herbáceas de flores amarillas, otea un gato blanco y negro. Bruma ligera al sur. Silba un mirlo. Salta la sirena de una ambulancia. Estalla un escape de combustión. Gira el eje terrestre. Orbita el sol.
Gorjean gorriones. Llega una onda acústica seca, subterránea de postes clavándose en la tierra a golpe de maza. Reflejos de puntos blancos sobre fondos verdinegros visten un monte agreste, boscoso, selvático, luminoso. Salen y entran coches conducidos por personas bulliciosas, sanguíneas.
Llegan olores de casas rurales de adobe semiderruidas, olvidadas. Suenan en la calzada musiquillas de inicialización de parámetros de comunicaciones. Bala, monte arriba, una oveja. Viento oeste.
Por la tarde, sopla un viento fresco, casi frío. Buscando un palomar inexistente, traza círculos amplios, altos, una paloma torcaz. Vuelan alto, hacia el Norte de Europa, aviones de pasajeros. Vibra el cuerpo de un gato gris y blanco. Soplan ráfagas de viento. Se agita el zarzal.
Cambia el viento, llega aire sur, cálido, fresco. Atardece.
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