lunes, 4 de mayo de 2009
Pag.105 $ Una estación caserío
Cielo gris oscuro. Prados húmedos. Trinos y silbidos. Lluvia débil. Viento fresco, ionizado. El gatito ocicat ladea su cabeza y centra su atención en las ventanas de edificios cercanos. La lluvia gris ensombrece los negros naranja al Noroeste del monte. Una bruma ligera cubre el monte. Bajo la lluvia, un gato gris y blanco camina lento, a la defensiva, hacia el Norte. Caen gotas desmenuzadas, racheadas sobre la vía de grava sin gatos.
Por la tarde, toma altura al Noroeste, entre nubes grises y blancas, un avión. Los gatos pasean con las colas erguidas olisqueando entre las hierbas y los canales de drenaje. Se reseca extrañamente el zarzal norte junto a la valla metálica sobre el muro de hormigón. Un gato gris y blanco aligera el paso al rebasar a un negro naranja. Con movimientos de ocicat, escarba entre las piedrecitas de grava, un gatito negro, ibérico, atigrado.
Al final del trayecto, después de bordear pequeñas planicies arboladas, se yergue una estación caserío con aleros de madera troquelados de estrellas. Junto a la estación, un puesto de asistencia de la Cruz Roja.
Atardece.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario