sábado, 23 de mayo de 2009

Pag.124 $ Un delfín


Ambiente cálido, húmedo. Trinos. Asfalto mojado. Brilla blanco el cielo al Este. Un gato negro naranja otea el sur. Bruma ligera, vaporosa. Viento sureste. Asoma al sendero un gato gris y blanco. Sale el sol a las diez horas catorce minutos. Compiten pájaros en un concurso de trinos, reclamos y cantos. Calienta fuerte el sol.

Se oyen maullidos. Eriza la piel un gato gris y blanco. Huye un gato blanco y negro. Circula carretera abajo, hacia la ciudad, una furgoneta gris con un remolque alargado, encima, una trainera verde. Junto a un gimnasio de secundaria, sentado en un banco, vestido de tirolés, con sombrero de fieltro y cachava de bambú, piernas entrecruzadas, toma el sol, relajado, un viejo anciano, canoso, meditabundo. Junto a una pieza metálica de una pandereta reposa sobre la calzada, una cajetilla de tabaco Camel con un dromedario y un aviso Fumar puede matar.

Por la tarde, nubes blancas agujereadas y grises lineales cubren el cielo. Propulsado por aleteos sincrónicos, rápidos, dirigido por ecos de radiofrecuencias naturales, navega rumbo a mar abierto, un delfín gris. Viento noroeste.

El sol oeste ilumina la vía al sur, el prado y el monte. Cielo azul y negro.

Atardece.

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