sábado, 28 de febrero de 2009
Pag.41 $ Un gato, dos placas
Atmósfera cálida de nubes altas blancas de líneas irregulares. Un coche llega y aparca, otro, al poco rato, marcha y deja el mismo hueco vacío. Un aguzanieves de color gris, blanco y negro, se posa sobre la vía urbana y avisa de la llegada de un frente frío, sin convicción. Un acorde de flauta emana de las ramas de un árbol de coral. Operarios municipales envueltos en monos de trabajo barren las aceras mientras ajustan volúmenes musicales.
El sol de la mañana refleja sobre el parabrisas de un coche aparcado, un color azulado de sirena policial. Sopla una brisa suave, envolvente, cálida. Por encima de la barandilla azul marino de un ramal del arcén, sobresalen, hojas rojizas de setos que paran los vientos. Un pájaro cercano imita un trino de golondrina, descendente, encadenado, lleno de erres largas.
Sobre la vía urbana, un gato oscuro yace inmóvil, muerto entre coches aparcados, entre placas numéricas, al lado del muro de ladrillo rojo, al nor noroeste de la vía. Ha muerto grácil, sin dolor, recostado como un gato doméstico, soñando en cestas, niños y regalos navideños. Los gatos hoy saben.
Se echa la tarde sobre un cielo cubierto por bruma y nubes cerradas de color blanco. El monte es hoy un duelo de gatos que se cruzan, de gatos que mueren.
Sopla una brisa fría de luto. Anochece.
viernes, 27 de febrero de 2009
Pag.40 $ Las torres
Niebla de nubes bajas transparentan contornos de árboles y líneas geométricas de casas y montes. Sopla un aire frío de presiones bajas. Se oyen trinos nocturnos, casi al alba y bandadas de pájaros vuelan dirección Norte.
La niebla, con la salida del sol, se disipa en un vaho brumoso que flota al Noroeste y el monte se pinta de un color verdinegro, de sombras oscuras. El gato elegante trepa por el muro de piedra y se adentra en el matorral espeso. Un cielo despejado y azul coloniza una atmósfera fría, invernal, ruidosa. El sol del Este proyecta sombras de árboles y arbustos sobre la vía de grava.
A las cuatro de la tarde, dos gatitos juegan como oseznos, revolcándose sobre el sendero, entremezclados. Una ventana oeste de una casita de la urbanización permanece abierta. Arriba, los huertos yacen quietos, divididos por setos sin podar, con casetas abandonadas, alguna con forma de menhir prehistórico.
Al otro lado del monte, se abre un extenso valle que alberga varias pistas de aterrizaje longitudinales. Rodeada de caseríos orientados al Sur, edificios de pocas plantas y pequeñas empresas, se prolonga, en el llano, una pista de aterrizaje abandonada de color gris mate, con su torre de control con forma de tuerca, de cabeza pentagonal acristalada. Enfrentada a la vieja pista, cruzándose sobre ella, una nueva reluciente, señalizada con pintura blanca y con una flecha gigante de torre de control, apoyada sobre columnas blancas espaciadas que descansan sobre el techo de un edificio curvo.
Elongación de tiempo, elongación de luz. Anochece.
jueves, 26 de febrero de 2009
Pag.39 $ Depredador
Temprana claridad diurna. Tres palomas grises vuelan hasta una de las entradas al refugio oculto de los gatos. Un coche desaparca con ruido a bielas sueltas.
El sol irradia luz intensa, de aros concéntricos y ondas sinusoidales. Un coche diésel aparca en la vía urbana y suena una musiquilla andaluza de queja, de lamento alegre. Una chica de mediana edad con un abrigo de color marrón claro, blusa roja y pantalones negros, abre con una llave la puerta de un coche aparcado mientras habla por un móvil con gestos de impaciencia, de desdén, de pequeña inconveniencia. Desabrocha su abrigo y lo deposita en el asiento delantero.
Dos gatos, uno blanco y el otro marrón y blanco toman el sol, sentados a modo de esfinges pétreas. Se oyen sirenas de ambulancias, de bomberos y otros gatos salen de sus guaridas, avanzando por el sendero de grava, semiocultos entre tapices discontinuos de hierbas verdes, de finos hilos.
El sol, por la tarde, filtra sus rayos a través de delgadas capas de nubes altas. Los adosados de la urbanización bajan las tres persianas orientadas al Oeste, de huecos con forma de hexágono regular seccionado en dos. Siete u ocho gatos se recuestan sobre el césped, en medio del camino de grava, al sol. Un laurel cercano agita sus hojas y todos los gatos alzan sus orejas clavando los ojos en una dirección concreta como si hubiera algo que sólo ellos pudieran ver. Depredador.
Atardece con un frío de nieve y un cielo seminuboso de penumbra.
miércoles, 25 de febrero de 2009
Pag.38 $ Estrellas de luz
Cielo azul. Frescor frío de nieve. Amanece. Hasta los drenajes de aberturas rectangulares de los muros de piedra llegan rayos diáfanos de un sol del Este. Una orquesta de trinos se extiende por la vía, por el huerto grande.
Un gato negro naranja camina por un estrecho borde de un canal de desagüe alejándose del lugar donde dormitaba. Arriba, en el monte, un halcón posado sobre uno de los cables eléctricos, alisa algunas plumas con el pico, preparándolas para el vuelo. En la zona umbría, las hojas de los laureles brillan al ser mecidas por una brisa de nieve. Un paisaje de planicie castellana absorbe el monte.
La carretera nueva está hecha de frío y sol. Un jóven camina por la vía urbana, acera abajo, conversando por un móvil.
Por la tarde, la luz da de lleno en la fachada Oeste de las casitas de cemento, de colores pastel, granate y arena. Faldas grises escocesas y cárdigans azul marino bajan por el arcén de la carretera nueva, hablando, parándose, riendo...
El gato marrón y blanco, el gato grande, camina por la vía lento. Ayer trepó por el muro de piedra , sin esfuerzo, elástico, etéreo.
En los huertos próximos a las casitas de cemento, dentro de una pequeña zona arbolada frondosa, un CD colgante gira y crea cientos de estrellas de luz blanca. De noche, una luciérnaga artificial colorea de rojo el mismo lugar.
Al atardecer, los gorriones vuelven a los laureles, anticipando noches cálidas de verano al frescor de la umbría. El monte es hoy una pila de heno, de claroscuros verdes y color oro, arriba, en la cima. Se oye el motor de una sierra mecánica.
Frente al muro de piedra, un siamés ajeno, concentrado, meditativo, dormita.
martes, 24 de febrero de 2009
Pag.37 $ Conejitos de peluche
Manchas oscuras pintan un cielo cubierto. Un jilguero alegre trina con fuerza desde una rama, oculto. Un frescor seco impregna el aire. Tres gatos blancos se mueven sobre el terraplén oscuro como si fueran conejitos de peluche. Arriba, los postes altos que hilvanan la red eléctrica crean una discontinuidad vertical. Se encienden luces en las casitas de la urbanización. Amanece.
Arriba, al lado de los chalets, los prados tapizan un verde húmedo. En la zona baja de los huertos furtivos, rodeados de setos donde pastan las ovejas, árboles de flores blancas tempranas, colorean el monte, bajo un cielo de agua gris vaporizada.
A través de una de las ventanillas de un coche que aparca, se oye una música moderna, sensual.
Anochece. Enrojecen nubes de rumbo Oeste.
lunes, 23 de febrero de 2009
Pag.36 $ El incendio
Amanece. Un gato negro y otro gris y blanco se mueven entre los zarzales junto al muro de ladrillo rojo. Un estruendo de trinos brotan de laureles próximos. Cielo nuboso, grisáceo, escalonado, fantasmagórico.
Un coche pasa con las luces de cruce encendidas. Arriba, en la herradura de asfalto, los autobuses rojos parecen cajitas rectangulares iluminadas sobre un fondo de claroscuros.
Un cortacésped se adueña de las frecuencias sonoras. Arriba, en el cielo, las nubes se dirigen con lentitud suave al Suroeste. Un gato de color negruzco con pinceladas naranja, se sienta junto al muro de ladrillo rojo y ladea la cabeza robóticamente, intuyendo algún movimiento en el subsuelo. Después atusa su pelaje con la lengua y relame una de sus patitas. Un gato gris y blanco de porte firme se une al primer gato y observa el largo y ancho de la vía con sus orejas levantadas y vista fija.
Los árboles coralinos multiplican sus vástagos aéreos. El caserío grande dividido en dos, conserva un área negruzca alrededor de un ventanal de madera al Oeste, restos de un incendio, de llamas en el zagüan que alcanzaron el granero.
Anochece un ciclo cerrado.
Pag.35 $ Plantas petrolíferas
Ayer
Cielo gris, plomizo, triste. Cielo de luz diurna escasa y quietud atmosférica. Zonas vacías en el aparcamiento revelan salidas sin retorno.
Un gallo de reciente adquisición, quiriquea desde algún caserío cercano. Suena un coche diesel y un ciclista desciende a toda velocidad por el arcén elevado de la carretera nueva, hacia la ciudad. Una brisa marina recorre la vía.
Dos gatos, uno negro naranja dormita, el otro gris y blanco camina por la vía de grava rumbo Sureste. Arriba, en la cima, las nuevas antenas de televisión son plantas petrolíferas gigantes con una pequeña casita de mantenimiento. Al lado, la pequeña antena televisión de los años sesenta, rodeada de un muro de piedra con valla y una casita grande como instalación accesoria.
Por la tarde, el sol aparece breve y débil. Los gatos juegan a dirimir conflictos y jerarquías internas. Un gato gris, negro y blanco salta encima de un Ford aparcado en la vía urbana. Un coche llega y se oye la vibración de puertas herméticas cerrarse.
Un cielo gris de nubes blancas con pequeñas lagunas azules se mueve con lentitud al Suroeste.
Anochece.
Cielo gris, plomizo, triste. Cielo de luz diurna escasa y quietud atmosférica. Zonas vacías en el aparcamiento revelan salidas sin retorno.
Un gallo de reciente adquisición, quiriquea desde algún caserío cercano. Suena un coche diesel y un ciclista desciende a toda velocidad por el arcén elevado de la carretera nueva, hacia la ciudad. Una brisa marina recorre la vía.
Dos gatos, uno negro naranja dormita, el otro gris y blanco camina por la vía de grava rumbo Sureste. Arriba, en la cima, las nuevas antenas de televisión son plantas petrolíferas gigantes con una pequeña casita de mantenimiento. Al lado, la pequeña antena televisión de los años sesenta, rodeada de un muro de piedra con valla y una casita grande como instalación accesoria.
Por la tarde, el sol aparece breve y débil. Los gatos juegan a dirimir conflictos y jerarquías internas. Un gato gris, negro y blanco salta encima de un Ford aparcado en la vía urbana. Un coche llega y se oye la vibración de puertas herméticas cerrarse.
Un cielo gris de nubes blancas con pequeñas lagunas azules se mueve con lentitud al Suroeste.
Anochece.
sábado, 21 de febrero de 2009
Pag.34 $ Aguilas imperiales
Cielo azul de brisa fresca. Una zona blanca brilla azulada al Este. Sombras chinescas de cipreses, chopos y palmeras sobre un fondo blanco nuboso. En el centro, en la parte alta, un pórtico de piedra, puerta de entrada al cementerio. Un gato dormita en una via de hierba verde, de tallos cada vez más altos.
De un edificio cercano sin patio interior, sobresalen tendederos de ropa, que cuelga, secándose al sol. Se oyen maullidos de lucha en el matorral. Arriba, al lado del árcén, las abejas polinizan flores amarillas de acebos de hojas rojizas y granates. Por encima de las cañas de bambú, dispersos, inclinados por el viento, cardos de tallos oscuros, vacíos de semillas.
Arriba, en el monte, cuatro águilas reales de alas kilométricas trazan círculos de espiras crecientes.
Brilla el sol y sopla una brisa fría. Por la tarde, el sol del Suroeste, proyecta sobre la vía de grava, sombras de rascacielos cercanos y calienta una zona intermedia donde impacientes, esperan los gatos.
Anochece. Una cuadrilla de chicos y chicas de barrio celebran el carnaval a la derecha del caserío alto reformado. Las bases de los cimientos de hormigón del muro que separa el desnivel entre la carretera y el camino a los caseríos, les sirven de asientos.
Muy cerca, abandonada, aparcada, violentada..., una furgoneta matriculada en Madrid con letras NY, de color gris marino, tipo Equipo A, con asientos traseros de doble fila individuales abatibles, con ropa seminueva y enseres diversos en su interior.
Cielo azul oscuro. Al Oeste y al Suroeste brillan sendas estrellas.
viernes, 20 de febrero de 2009
Pag.33 $ Palomas y gatos grises
Ambiente de mañana fresca, nubosa, cantábrica. Dos gatos, uno gris y blanco, el otro negro y pardo caminan por la vía de grava, junto al muro de piedra. Al Sureste, pequeñas nubecillas negras oscurecen un cielo despejado. Un zumbido lineal, continuo y uniforme emerge de la carretera nueva.
Por encima de la vía, evolucionan algunas palomas, exhibiendo todo un repertorio de vuelos...vuelo de arcángel con las alas extendidas hacia arriba en forma de V, vuelos de ardilla voladora con las alas y cola desplegadas al máximo, vuelo de aterrizaje vertical batiendo las alas a media altura, descendiendo suavemente, vuelo de aterrizaje horizontal planeando y frenando con la cola y un fuerte batir de alas, vuelo de halcón, replegando las alas y adoptando forma de flecha aumentando la velocidad, vuelo de vencejo, girando rápidamente la cola a derecha e izquierda con las alas extendidas... y así hasta el infinito.
A las diez menos dos minutos, un cielo de nubes oculta el sol. Dos gatos dormitan en la vía, al lado del muro de ladrillo rojo que presenta zonas desnudas de capas de yeso enlucido. Por la tarde, un sol ténue ilumina el monte y un trocito de la vía.
Una muchacha de pelo negro, pantalones vaqueros raídos, zapatillas blancas y rojas con suela de goma y larga parka de lana de color negro, se aproxima andando a un coche rojo, aparcado al lado del muro de ladrillo rojo. Dos gatos grises y blancos se acercan al coche. Uno por el Noroeste, salta encima de un Opel Kadett blanco, el otro desde el Suroeste avanza por el medio del asfalto y olfateando algún peligro desvía su trayectoria.
Toneles metálicos de cerveza Keler chocan contra el pavimento al ser descargados de un viejo camión con lona plastificada y vibra el suelo y el aire de alrededor. Las puertas se solidarizan con la carga y emiten un sonido de materiales desajustados, envejecidos, holgados.
Al atardecer, los laureles de la vía, umbríos, se llenan de gorriones hiperactivos.
Anochece. Duerme el monte.
jueves, 19 de febrero de 2009
Pag.32 $ Sinfonía
Nubes blancas y grises se fragmentan en un cielo azul primaveral. Un jilguero entona trinos largos, agudos, discontinuos. Al poco rato, otro pájaro compite emitiendo sonidos digitales.
A las nueve y cuarto, por encima de los árboles más frondosos, sale el sol por el Este y un avión rompe la barrera del sonido durante veintitres segundos. El cielo es ahora, un mar de nubes, con forma de células blancas gigantescas que poco a poco se diluyen y se dispersan.
En el huerto, pájaros diversos ensayan acordes de guitarra, de violín y de flauta. Un trrrrr, trrrrr acompasado regular, se alza por encima de la sinfonía. Suena a carraca engrasada.
El gato elegante, ibérico, de hociquillo blanco salta el muro desde los matorrales y aterriza sobre la vía urbana. Un monte umbrío congela el edificio de oficinas al norte. Hacia el Oeste, se mueven nubes blancas que ocultan el sol. Son las once y treinta minutos.
A la izquierda, al Noroeste, se erige un edificio almacén de mediana altura, de persianas y tejados pintados de verde con fachadas de color granate.
Un gran gato marrón y blanco cojea de una pata trasera. Un gatito pequeño, todavía cachorro, camina altivo por la vía, a trote lento.
Atardece. Ambiente frío.
miércoles, 18 de febrero de 2009
Pag.31 $ Un cuadro al óleo
Cielo de acero gris, negro y azul. Ambiente templado. A la izquierda, en un recodo, cerca del camino que sube hasta los caseríos, un grupo de colegialas hacen un corro e intercambian opiniones de cantantes, profesores, programas y chicos mayores que ellas.
Ondas sonoras de aviones comerciales rebotan contra el suelo. Un gato blanco y negro otea al Noroeste de la vía.
Iluminando la pasarela viaducto que conduce hasta la urbanización, han instalado tubos metálicos con relieves, culminados por una esfera transparente donde una bobina de filamentos enrollados con aspecto de un rascacielos diminuto, hace de bombilla de bajo consumo. Más arriba, por la vía de asfalto que llega a la urbanización, han plantado un badén que obliga a los coches a frenar al inicio de una pendiente elevada. A la derecha, un parque infantil lleno de columpios y toboganes de colores, protegido al fondo, por un alto muro de contención y gigantescas estructuras cúbicas de piedra, amontonadas unas sobre otras. A la izquierda de los adosados, huertos de ocicats, tejos, higueras, bidones, parterres, cajoneras, banquetas, maceteros y toda una serie de cachivaches que sirven de vallas y muros... persianas, somieres, puertas y hasta restos de llantas de coches viejos con forma de conos simétricos.
El cielo, es hoy, un cuadro al óleo de pinceladas grises oscuras y blancas. Un gato jóven corretea al trote por la vía con su cola vertical, jugando a asustar a gatos más grandes. Otro gatito gris acecha y ahuyenta a una paloma blanca que levanta el vuelo y va a posarse a una repisa de un edificio cercano.
En la carretera nueva, un panel informativo, hecho de piezas metálicas rectangulares huecas, en forma de L volteada, está anclada, mediante grandes tornillos, a zapatas de hormigón. Un cimiento del viaducto pasarela presenta sobre una de sus caras, pequeños cantos rodados, pegados con una pasta especial, que sirve para asirse y trepar. Arriba, oscila una cuerda triangular, sin pancarta.
Un cielo invariante al Oeste, al Norte, al Sur y al Este. Anochece.
martes, 17 de febrero de 2009
Pag.30 $ Verdecillos, laureles y erizos
Frío seco, frío gélido. Amanecer de relieves montañosos negruzcos, al Sureste. Una esfera de luz sale por el Este.... Una brisa de hielo sopla liviana, bajo la esfera blanca que brilla a unos 23º sobre la superficie del sendero de grava.
Carretera abajo, se hace visible el paravientos rojo de camión. El sol evapora la humedad y estelas blancas de rastros aéreos se agrandan, arriba, en el cielo. El sol caldea también las casitas de la urbanización con sus fachadas blanquirojas y tejados negros apizarrados. Frondosos laureles perennes y árboles coralinos caducos, despiertan al nuevo ciclo y se llenan de yemas, esporas, retoños y vástagos.
Un gato negro anaranjado pasea por la vía, inspeccionando curioso una zona del zarzal, girando sus orejas hacia delante y hacia atrás, estirando su cuello hacia arriba y moviendo la cabeza a derecha e izquierda. En otro lado de la vía, un estornino solitario se posa sobre el sendero de grava. Arriba, en el huerto, verdecillos y mosquiteros de bioritmos acelerados, buscan insectos sobre las ramas de los frutales. Encima de la meseta monteña, viven pequeños erizos de púas cortas que, de tarde en tarde y en días lluviosos y grises, pierden el rumbo y acaban en medio de la carretera hasta que algún lugareño les empuja hacia el arcén para evitar que sean atropellados.
Sobre el camino de grava, debajo de zarzales verdinegros, al lado del muro de cemento, descansa un Seal Point ensimismado, sentado sobre sus patas delanteras y traseras flexionadas, quieto.
Atmósfera brumosa al Suroeste. Despejado al Noroeste. Anochece.
lunes, 16 de febrero de 2009
Pag.29 $ El encuentro
Frío helado. Una graduación de luz halógena creciente se propaga esféricamente. Amanece. Escarcha blanca sobre prados verdes. Un gato gris y negro, con hociquito blanco, permanece quieto sobre un fondo de hierba verde. Al Sureste el sol proyecta una luz condensada sobre un cúmulo blanco. Un pájaro vuela de rama en rama entre los zarzales.
Un hombre camina por el asfalto de la vía urbana, abrigado por una parka gris gruesa de alargados botones de hueso y ojales acordonados de color claro. Una mujer vestida de oscuro baja por el camino de los caseríos con una delgada cartera de trabajo negra con asas. Se oye un coche emitiendo una musiquilla imperfecta, preludio de un comercial electoral.
Nubes desarraigadas flotan dirección Suroeste. La vía de grava es hoy un plano soleado que contiene dos rectas paralelas heterogéneas. En algunos lugares del muro de piedra, hay ladrillo rojo, rellenando huecos de piedras caídas y no encontradas.
Frío de hielo, de frente polar y rayos oblícuos. Atardece y ennegrece el monte.
Pag.28 $ El túnel
Ayer
Un sol débil ilumina un domingo de frío cristal. Un halcón gaña en la cima del monte. En verano, aparecen vencejos de colores negros y cabezas aerodinámicas, que trazan elipses y acercamientos milimétricos a cúspides y bóvedas de la ciudad.
Un gato oscuro, multicolor recostado sobre uno de sus flancos se desparasita mordiendo su pelaje, al lado del muro de ladrillo rojo, camuflado entre yerbajos secos de su mismo color. Otro gato blanco y negro atigrado hace guardia en la entrada del refugio entre muros. Se oye el motor irregular de una sierra mecánica.
Vuelve a salir un sol que fotonea las ventanas de cuarterones del caserío grande. Maúlla un gato oculto. A través de conductos tubulares, se evapora por encima de los tejados, una columna de humo. Una atmósfera contaminada cubre el cielo al Noroeste.
Al Norte, el invernadero de túnel hecho de arcos de tubos metálicos, dibuja sobre un fondo verde, innumerables intersecciones que delimitan espacios tridimensionales, formas geométricas romboides. Diagonalmente parece un armazón de un barco o de un gran cetáceo derrotado. Al lado de una higuera de copa muy ramificada y a la derecha de una portezuela de madera reposa un bidón negro de agua pintado de blanco. La puerta, pintada de verde, está hecha de tablas verticales y horizontales claveteadas, sujetas a un poste de madera anclado a un cimiento de hormigón semienterrado. Una cadena de eslabones metálicos finos une una de las tablas verticales al poste izquierdo.
Una paloma vuela con una ramita en el pico.
Anochecer blanquiazul de almendros en flor.
Un sol débil ilumina un domingo de frío cristal. Un halcón gaña en la cima del monte. En verano, aparecen vencejos de colores negros y cabezas aerodinámicas, que trazan elipses y acercamientos milimétricos a cúspides y bóvedas de la ciudad.
Un gato oscuro, multicolor recostado sobre uno de sus flancos se desparasita mordiendo su pelaje, al lado del muro de ladrillo rojo, camuflado entre yerbajos secos de su mismo color. Otro gato blanco y negro atigrado hace guardia en la entrada del refugio entre muros. Se oye el motor irregular de una sierra mecánica.
Vuelve a salir un sol que fotonea las ventanas de cuarterones del caserío grande. Maúlla un gato oculto. A través de conductos tubulares, se evapora por encima de los tejados, una columna de humo. Una atmósfera contaminada cubre el cielo al Noroeste.
Al Norte, el invernadero de túnel hecho de arcos de tubos metálicos, dibuja sobre un fondo verde, innumerables intersecciones que delimitan espacios tridimensionales, formas geométricas romboides. Diagonalmente parece un armazón de un barco o de un gran cetáceo derrotado. Al lado de una higuera de copa muy ramificada y a la derecha de una portezuela de madera reposa un bidón negro de agua pintado de blanco. La puerta, pintada de verde, está hecha de tablas verticales y horizontales claveteadas, sujetas a un poste de madera anclado a un cimiento de hormigón semienterrado. Una cadena de eslabones metálicos finos une una de las tablas verticales al poste izquierdo.
Una paloma vuela con una ramita en el pico.
Anochecer blanquiazul de almendros en flor.
sábado, 14 de febrero de 2009
Pag.27 $ Caserío viejo, caserío nuevo
Por la mañana, nubes blancas y grises, lentas, escalonadas se mueven hacia el Oeste.
Bajo una luz blanca polarizada e invernal, la hierba y los arbustos colorean superficies verdes amarillentas. Al Noroeste, zonas negruzcas se confunden con áreas de quema de rastrojos. Pero no, hierba verde incombustible brota de una delgada capa de humus de humedad relativa tan alta que no puede prender el fuego. La quema de rastrojos se produce en verano al borde de la carretera que sube a la cima por una de sus vertientes y también sobre una altiplanicie o meseta que sirve de prado, donde pastan ovejas y vacas suizas. En esta parte llana, arriba, hay caseríos tan viejos como el tiempo y algunos tan nuevos como los sueños de una noche de verano.
Un moto de gran cilindrada recorre la vía urbana dejando una impronta de sonido Honda CBR 600 al límite. Dos gatos blancos con colas anilladas de color marrón y blanco, caminan taciturnos por la vía de grava, al lado del muro de cemento. Gatos híbridos ibéricos se acicalan al lado del muro de ladrillo rojo.
Un gato nuevo de ciudad, asustado, se oculta, a rápidos saltos, entre los matorrales, al otro lado del muro de piedra. Allí se queda quieto durante unos minutos, medio colgado del muro, creyendo no ser visto.
Arriba, por encima del cementerio, de la escuela de magisterio y al lado de un barrio obrero, construyen o reforman, vaya usted a saber, un caserío, que respeta, dimensión, volúmen, espacio y hasta ventanucos y ventanas de la vieja casona. Caseríos orientados al Sur, de mampostería antigua y presupuestos escasos donde el roble envejecido ya no tiene cabida por su elevado precio. A los gatos de la zona les gusta ocultarse debajo de los palets de ladrillos rojos y los gatitos pequeños, en verano, juegan a trepar escalones de cemento que separan el recinto de obras de un parque cercano.
Al lado de estos caseríos, construyeron en los años sesenta, grandes depósitos de agua, hechos de cemento con techos de sección esférica.
Camino arriba, en dirección de los huertos furtivos, por encima de escuelas y cementerios, sube un hombre vestido con ropa vaquera. Atado a una cuerda para embalar paquetes, un perrito desvalido, marrón y blanco.
viernes, 13 de febrero de 2009
Pag.26 $ Niebla
Una humedad relativa del cien por cien cubre el monte al amanecer. Frío gélido, óseo. Luces alargadas viajan carretera abajo. Apenas puede verse el monte por encima de las casitas de cemento y las casitas de la urbanización. Una bandada de pájaros sobrevuela el banco de niebla por encima de las nubes húmedas de vapor de agua.
La niebla es de un acero que flota ingrávido, entre el zumbido de coches carretera arriba y el griiiii.....griiiii..... de una cortadora metálica de contornos y siluetas. La mañana avanza y los cambios de luz crean sombras blancas alargadas que viajan carretera abajo.
Los gatos de la vía dormitan ajenos a la niebla y el frío. La gatita anaranjada ha salido hasta el abrevadero natural y un siamés apelotonado, sentado sobre sus patas, contempla el paisaje desde su feudo de tierra oscura. Por la tarde sale el sol y un gato juguetea con otro más pequeño derribándolo contra el suelo con una de sus patitas, a modo de juego mientras otro gato, blanco y negro avanza por la vía, estirando consecutivamente sus patas delanteras, deteniéndose durante milésimas de segundos entre cada movimiento.
Los árboles de la vía son corales negros sombríos de copas simétricas al Noreste y de cortezas marrones claras al Sureste. Las casas de la urbanización frías, tristes y mustias contrastan con un monte de cima rojiza, cálida de atardecer de invierno.
Un gorrión pía y pía en un árbol. Un perro ladra. Anochece en el monte.
jueves, 12 de febrero de 2009
Pag.25 $ Monte submarino
Amanecer frío de agua vaporizada, de halos luminosos, de nieblas eléctricas. Arriba, en las casitas de la urbanización han dejado una luz de un garaje encendida. Abajo, el muro de ladrillo rojo presenta irregularidades cóncavas de ladrillos rotos, de postes arrancados que anclaban la valla metálica. Restos de una Francia desvencijada.
Pájaros aferrados a ramas de árboles cercanos, trinan y silban. Una niebla difusa de pequeños cristales de vapor de agua cubren el monte. Desdibujadas sobre el asfalto, lineas amarillas en forma de doble v, marcan una zona de carga y descarga. Al lado, un gran almacén al por mayor cerrado por traslado.
Una persona con un paraguas abierto camina hacia la urbanización por la pasarela. Llueve.
A la derecha de las casitas de la urbanización, sobre una zona de tierra menuda, han clavado oblicuamente troncos a modo de estacas de contención que hacen la función de jardineras.
Por la tarde, el sol calienta un cielo bicolor, blanco y azul, con fondo verde. Dos gatos negros. Dos gatos rojos.
Lejos al Noroeste, a pie de calle, varias personas en sillas de ruedas abandonan recintos terapeúticos y acompañados de sus cuidadores dirigen sus sillones eléctricos a los comedores de la asociación.ESPACIO. Fuera, alineadas a ambos lados de la calle, farolas con una corona de metal en la parte superior..., farolas de verdes parques con acuíferos artificiales y pavos reales. A la izquierda, un polideportivo con piscina cubierta, pistas de squash y campo de fútbol.
Anochece. Al Este, nubes blancas. Al Oeste, nubes negras. Arriba, un monte submarino, duerme.
miércoles, 11 de febrero de 2009
Pag.24 $ Nidos metálicos
Amanece con un frescor de agua fría y calor. En el cielo, nubes negras, viajan veloces rumbo Sureste. Niebla espesa en la cima de los montes, lejos, al Oeste.
Por la mañana, operarios municipales horadan y sustituyen viejas zapatas de cemento que mantienen la verticalidad de tubos huecos metálicos, altos y desgarbados, herencia de árboles milenarios, de laminados siderúrgicos, de ciudades enterradas en el tiempo... . Dentro de los focos, en verano, anidan gorriones.
Los nuevos tubos son de tres piezas. El dintel de soporte exhibe dos diámetros diferentes con dos estructuras curvilíneas diagonales de las que cuelgan, en cada una, un volúmen ovoide de cristal.
Un gato multicolor se apresura, raudo, por el sendero de grava. Ruge el viento en la cima del monte.
Varias personas realizan labores de carga y descarga y suena dulce, un elevador mecánico alimentado por una batería eléctrica. Una furgoneta al ralentí cruje sincrónicamente al lado de pavimentos de relieves floreados y terrazos de areniscas marrones y blancos.
Dos siameses, de color castaño claro, caminan por el sendero imitando a los gatos grises y blancos. Al poco rato, trastabillan y tropiezan cómicamente, sentándose sobre sus patas traseras al lado del muro de piedra, sobre un césped verde.
Se oyen maullidos tristes. Anochece.
martes, 10 de febrero de 2009
Pag.23 $ Accidente
Amanece un monte despejado de nubes, rodeado de nubarrones negros al Sureste y al Noroeste. El agua se condensa y jarrea sobre un asfalto mojado.
A media mañana, fulgurantes, brillan una línea de estrellas de largos brazos sobre chapas metálicas de automóviles, de capas de pinturas anticorrosión y de colores de muestrario. Una señora abre la puerta de un cuatro por cuatro de color oscuro aparcado al lado del muro de ladrillo rojo y se sienta al volante.
Nubes blancas grisáceas, lejanas, estáticas cubren el cielo por la tarde. Vuelve a llover. Algunos jóvenes ríen. Un coche pasa.
Sobre nubes grises oscuras, nace un arcoiris...rojo, amarillo, azul, morado...que se extiende desde la cima del monte hasta los adosados de la urbanización. Borrado por el viento, queda un trocito con forma de acento inverso que colorea un cielo gris oscuro de invierno. El acento de radianes multicolor se desvanece y nuevas luces y sombras barren el monte...luz blanca, luz gris, sombras grises, sombras blancas.
Un gato gris y blanco se sienta, reflexivo, sobre una pieza de una canalización de desagüe de la vía.
Oscurece el día. En la carretera nueva, luces blancas, luces rojas. Historias de cruces y de estrellas.
lunes, 9 de febrero de 2009
Pag.22 $ Nubes de tanques
El sol, las nubes y surcos de estelas geodésicas renderizan el cielo. Suenan ambulancias en el estuario, en el monte, en la carretera. Los coches grujen entre golpes de martillos neumáticos.
Un gato ibérico, elegante, y un gato blanco y negro deambulan por la vía.
Madrugan también los siameses, pequeños puntos blancos sobre un fondo oscuro de tierra húmeda. Sopla una brisa fresca de primavera. Arriba, en el monte, nubes de cremallera, nubes de blindados, nubes de tanques...
Por la tarde, sopla el viento. Los gatos, ajenos, se mueven robóticamente. La gatita anaranjada pasea sobre el césped verde cerca del muro de piedra. Otro se acicala, se relame e intenta dormir haciendo un ovillo con su cuerpo al lado del muro de ladrillo rojo.
Ayer tres gatos grises y blancos avanzaron en formación militar por el sendero de grava.
Anochece. Nubes blancas al Sureste. Nubes negras al Oeste.
Pag.21 $ Cruces de hierro
Ayer
Gotas de agua de mínima densidad, caen por finos hilos hidrogenados de nubes grises cóncavas. Lluvia de monte vasco, vegetación verde y microclima invernal.
Desde la vía, una puerta sencilla entreabierta, orientada al Este, da acceso a la Iglesia. Es una puerta de hierro forjado con barras verticales y dos barras horizontales en el centro adornadas con cinco o seis pequeñas cruces de hierro formadas por cuatro vértices de triángulos isósceles unidos. Una vereda enlosada de pendiente suave conduce a la puerta principal de madera. Encima del vallado metálico perimetral florece un rosal en privamera. Al fondo de la vereda, más al Oeste, se abre un jardín de lados iguales, de césped segado, arbustos podados y árboles de hoja perenne y caduca, evocadores de flashes, vestidos blancos y sonidos digitales.
Atravesando la calle, se alza un edificio de grandes chimeneas, con piscina en la azotea, grandes ventanales de maderas nobles y fachadas de ladrillo vitrocerámico bicolor. Llueve aciagamente. Al Sur, la iglesia está unida a un instituto público, antigua residencia eclesial, con campos de futbito al Este y al Oeste y setos que bordean antiguos fosos de construcciones subterráneas.
Un coche en doble fila ronronea sobre el asfalto. Un niño coge un berrinche. Por la mañana, los gatos extraños, perezosos, inelásticos han trepado hasta lo más alto de los muros y eternecen entre las ramas, la hiedra y las hojas.
Anochece el monte. Bajo la lluvia, un gato gris y blanco. Descansa un piano.
Gotas de agua de mínima densidad, caen por finos hilos hidrogenados de nubes grises cóncavas. Lluvia de monte vasco, vegetación verde y microclima invernal.
Desde la vía, una puerta sencilla entreabierta, orientada al Este, da acceso a la Iglesia. Es una puerta de hierro forjado con barras verticales y dos barras horizontales en el centro adornadas con cinco o seis pequeñas cruces de hierro formadas por cuatro vértices de triángulos isósceles unidos. Una vereda enlosada de pendiente suave conduce a la puerta principal de madera. Encima del vallado metálico perimetral florece un rosal en privamera. Al fondo de la vereda, más al Oeste, se abre un jardín de lados iguales, de césped segado, arbustos podados y árboles de hoja perenne y caduca, evocadores de flashes, vestidos blancos y sonidos digitales.
Atravesando la calle, se alza un edificio de grandes chimeneas, con piscina en la azotea, grandes ventanales de maderas nobles y fachadas de ladrillo vitrocerámico bicolor. Llueve aciagamente. Al Sur, la iglesia está unida a un instituto público, antigua residencia eclesial, con campos de futbito al Este y al Oeste y setos que bordean antiguos fosos de construcciones subterráneas.
Un coche en doble fila ronronea sobre el asfalto. Un niño coge un berrinche. Por la mañana, los gatos extraños, perezosos, inelásticos han trepado hasta lo más alto de los muros y eternecen entre las ramas, la hiedra y las hojas.
Anochece el monte. Bajo la lluvia, un gato gris y blanco. Descansa un piano.
sábado, 7 de febrero de 2009
Pag.20 $ Leones asiáticos
Montes de cimas cubiertas por nieve, lejos, al Oeste. Nieve y frío. Unos gorriones buscan comida sobre la acera, frente al muro de ladrillo rojo agrietado. Planean palomas sobre la vía. Caen goterones de balcones y salientes. Sobre el sendero, tres gatos soportan inmunes la lluvía, el frío y la humedad, un gato gris y blanco, uno blanco y negro y la gatita anaranjada.
Un aguzanieves despliega las alas y una cola triangular, chri...chri...chri... y con técnica de diafragma fotográfico, alza el vuelo. Momentos después, un gato ibérico acecha las ventanas de los rascacielos oculto, camuflado. Los gatos trepan jugando con su centro de masas, vuelan como ardillas rotando sobre sí mismos y aterrizan sobre sus cuatro patas, indemnes.
A las dieciseis horas y siete minutos, relampaguea, truena y retumba el monte, retumban las casitas de la urbanización y retumba la vía de grava. Un gato gris y blanco retrocede y se refugia bajo un Peugeot gris oscuro nuevo y curioso, observa la lluvia caer. Una perpendicularidad óptica hace brillar las ventanas de las casas de la urbanización. Poco después, la neblina y las oleadas de lluvia intensa incomodan y ahuyentan a los gatos que buscan refugio entre los muros de piedra.
Gotean árboles y casas. En una calle diagonal, en la entrada de un restaurante chino, dos leones asiáticos esperan.
Un aguzanieves despliega las alas y una cola triangular, chri...chri...chri... y con técnica de diafragma fotográfico, alza el vuelo. Momentos después, un gato ibérico acecha las ventanas de los rascacielos oculto, camuflado. Los gatos trepan jugando con su centro de masas, vuelan como ardillas rotando sobre sí mismos y aterrizan sobre sus cuatro patas, indemnes.
A las dieciseis horas y siete minutos, relampaguea, truena y retumba el monte, retumban las casitas de la urbanización y retumba la vía de grava. Un gato gris y blanco retrocede y se refugia bajo un Peugeot gris oscuro nuevo y curioso, observa la lluvia caer. Una perpendicularidad óptica hace brillar las ventanas de las casas de la urbanización. Poco después, la neblina y las oleadas de lluvia intensa incomodan y ahuyentan a los gatos que buscan refugio entre los muros de piedra.
Gotean árboles y casas. En una calle diagonal, en la entrada de un restaurante chino, dos leones asiáticos esperan.
viernes, 6 de febrero de 2009
Pag.19 $ Alrededor de la vía
Cielo grisáceo y plomizo. Brisa fría y húmeda. Vibra el aire con un trino bri,bri,bri estridente, melódico. Por la carretera nueva asciende un sonido asfáltico de ondas opuestas, desfasadas. Salta una alarma antirobo y una grabación comercial amplificada resuena.
A las catorce horas, las nubes grises oscuras aligeran su peso sobre el monte. Los gatos de la vía raramente se alejan de su mundo, el muro de piedra, el sendero de grava, el túnel y los árboles. De noche, los más audaces, se adentran en el núcleo urbano, colonizando solares en construcción y parques donde hay casitas de campo al estilo europeo, cortijos e innumerables especies de árboles, robles, álamos canadienses, eucaliptos, pinos, abetos... .
Desde el oeste, por rendijas de nubes, un sol de invierno calienta tibiamente la cima del monte. En la vía, los gatos frotan sus cuerpos con sus patitas traseras, contemplando las nubes y el cielo. Algunas veces adoptan posturas cómicas y se relamen levantando una de sus patitas al cielo, dejándola quieta como si quisieran hacer una pregunta a un conferenciante.
A la derecha del muro de piedra, al lado de una calle olvidada y pavimentada a pie de vía, varios jóvenes, altos y delgados, resguardados bajo la lluvia por un volumen saliente del edificio, fuman, agrupados en círculo. En la misma manzana, en el lado opuesto, situados a pocos metros, un bar de salsa de América del Sur, una administración de quinielas y loterías cerrada a cal y canto, una vieja carpintería, un mayorista de flores, un bar hispanoamericano vacío con dos leones gigantes pintados sobre una pared y en el centro, un local de atención a la tercera edad. En frente, una iglesia de ladrillo rojo con campana y un jardín rectangular descuidado.
Las luces de emergencia iluminan el edificio de oficinas. Luego, automáticamente se apagan. Se hace de noche, se hace el silencio.
A las catorce horas, las nubes grises oscuras aligeran su peso sobre el monte. Los gatos de la vía raramente se alejan de su mundo, el muro de piedra, el sendero de grava, el túnel y los árboles. De noche, los más audaces, se adentran en el núcleo urbano, colonizando solares en construcción y parques donde hay casitas de campo al estilo europeo, cortijos e innumerables especies de árboles, robles, álamos canadienses, eucaliptos, pinos, abetos... .
Desde el oeste, por rendijas de nubes, un sol de invierno calienta tibiamente la cima del monte. En la vía, los gatos frotan sus cuerpos con sus patitas traseras, contemplando las nubes y el cielo. Algunas veces adoptan posturas cómicas y se relamen levantando una de sus patitas al cielo, dejándola quieta como si quisieran hacer una pregunta a un conferenciante.
A la derecha del muro de piedra, al lado de una calle olvidada y pavimentada a pie de vía, varios jóvenes, altos y delgados, resguardados bajo la lluvia por un volumen saliente del edificio, fuman, agrupados en círculo. En la misma manzana, en el lado opuesto, situados a pocos metros, un bar de salsa de América del Sur, una administración de quinielas y loterías cerrada a cal y canto, una vieja carpintería, un mayorista de flores, un bar hispanoamericano vacío con dos leones gigantes pintados sobre una pared y en el centro, un local de atención a la tercera edad. En frente, una iglesia de ladrillo rojo con campana y un jardín rectangular descuidado.
Las luces de emergencia iluminan el edificio de oficinas. Luego, automáticamente se apagan. Se hace de noche, se hace el silencio.
jueves, 5 de febrero de 2009
Pag.18 $ Una casa, un árbol
Un cielo de pinceladas negras despierta al monte. Ráfagas de viento aleatorias. Oculto tras el muro de piedra, un tronco de un árbol de hoja caduca, ignorado, olvidado. Pueden contarse hasta tres ramas gruesas que parten de un punto central en forma de abanico, sosteniendo ocho o nueve vástagos fuertes que se ramifican haciéndose más débiles, más finos, más altos.
Las ramas saben. Saben por qué nacen, su posición tridimensional en el presente y en el futuro, el ángulo con respecto al suelo y al sol, las hojas que brotarán, la fotosíntesis, el medio atmosférico, el ciclo de Calvin y así hasta el infinito. Son conscientes del viento, la niebla, la vía y el tren que ya no pasa.
Al suroeste, el sol intenta hacerse un hueco entre nubes grises y blancas, camino al noroeste. Los árboles son casas de mundos olvidados en el tiempo. Al Sur, rumbo al Oeste, un avión toma altura.
Rodeado de arbustos verdes, sentado bajo un árbol, un siamés de caserío observa la vía desde un terrario. En medio, se ha abierto un desnivel cóncavo de tierra removida por el agua de las últimas lluvias torrenciales.
Arriba, una zona ajardinada de césped bien cuidado rodea el edificio de oficinas. Encima, han plantado arbustos que compactan el suelo. A la derecha, adheridas a la fachada, siete u ocho tablones gruesos de madera verticales y tres o cuatro horizontales, embellecen las fachadas de las casitas de la urbanización. Una pérgola hecha de barras de piedra blanca enlaza una casita con otra y un muro de ladrillo rojo denso compacto las separa.
Lejos florecen los cerezos. Sentado encima de un C3 azul celeste, un gato gris y blanco otea el monte. Viento sureste.
Atardece en el monte.
Las ramas saben. Saben por qué nacen, su posición tridimensional en el presente y en el futuro, el ángulo con respecto al suelo y al sol, las hojas que brotarán, la fotosíntesis, el medio atmosférico, el ciclo de Calvin y así hasta el infinito. Son conscientes del viento, la niebla, la vía y el tren que ya no pasa.
Al suroeste, el sol intenta hacerse un hueco entre nubes grises y blancas, camino al noroeste. Los árboles son casas de mundos olvidados en el tiempo. Al Sur, rumbo al Oeste, un avión toma altura.
Rodeado de arbustos verdes, sentado bajo un árbol, un siamés de caserío observa la vía desde un terrario. En medio, se ha abierto un desnivel cóncavo de tierra removida por el agua de las últimas lluvias torrenciales.
Arriba, una zona ajardinada de césped bien cuidado rodea el edificio de oficinas. Encima, han plantado arbustos que compactan el suelo. A la derecha, adheridas a la fachada, siete u ocho tablones gruesos de madera verticales y tres o cuatro horizontales, embellecen las fachadas de las casitas de la urbanización. Una pérgola hecha de barras de piedra blanca enlaza una casita con otra y un muro de ladrillo rojo denso compacto las separa.
Lejos florecen los cerezos. Sentado encima de un C3 azul celeste, un gato gris y blanco otea el monte. Viento sureste.
Atardece en el monte.
miércoles, 4 de febrero de 2009
Pag.17 $ Eras y potokas
Amanece un monte de escarcha. En el exterior, sopla un viento de fórmula uno, acelerando en la parrilla de salida. Nubes de barniz naranja, grises y blancas navegan rumbo al este. El viento azota puertas y ventanas colándose por los intersticios de los marcos.
Cae una diferencia de potencial. Los rayos solares se filtran entre las hojas del árbol más frondoso de la vía, produciendo destellos móviles.
Luces y sombras mecidas por los cambios de presión, inmortalizan el monte. En la calle urbana, junto a un cochecito, una madre con su bebé en brazos, esperan sobre la acera, al lado de un automóvil.
Un generador eléctrico gruje. Un gato gris y blanco pasea por el sendero de grava, levanta la cabeza, olfatea y después se queda inmóvil y reinicia la marcha, alzando las patas en ángulo recto, avanzando precavido, deteniendo el tiempo.
Una hormigonera, sin rotación, circula carretera abajo, hacia la ciudad. El sol clarea la cima y la colorea de un tono beige pastel, con sabor a eras, trillas y arreos castellanos, mezclados con instantáneas de potokas de largas crines aireadas al viento. Tintinean las hojas de roble. Arrullan las hojas del álamo.
Los días se alargan. Bajo un cielo azul de verano, la hierba se estremece.
Cae una diferencia de potencial. Los rayos solares se filtran entre las hojas del árbol más frondoso de la vía, produciendo destellos móviles.
Luces y sombras mecidas por los cambios de presión, inmortalizan el monte. En la calle urbana, junto a un cochecito, una madre con su bebé en brazos, esperan sobre la acera, al lado de un automóvil.
Un generador eléctrico gruje. Un gato gris y blanco pasea por el sendero de grava, levanta la cabeza, olfatea y después se queda inmóvil y reinicia la marcha, alzando las patas en ángulo recto, avanzando precavido, deteniendo el tiempo.
Una hormigonera, sin rotación, circula carretera abajo, hacia la ciudad. El sol clarea la cima y la colorea de un tono beige pastel, con sabor a eras, trillas y arreos castellanos, mezclados con instantáneas de potokas de largas crines aireadas al viento. Tintinean las hojas de roble. Arrullan las hojas del álamo.
Los días se alargan. Bajo un cielo azul de verano, la hierba se estremece.
martes, 3 de febrero de 2009
Pag.16 $ La carretera
Frío húmedo. Frío seco. Un amanecer abanderado, negro al Suroeste y Noroeste, blanco en la cima del monte. Nieve. Sale el sol entre nubes blancas y grises por encima de los árboles frondosos de la vía. Chirría el freno de mano de un coche cercano.
El monte tiene tres carreteras. La más alta conduce a la central eléctrica abandonada y a los huertos donde ya sólo quedan las viejas casetas hechas con restos de obras y los árboles plantados que las daban sombra. La segunda carretera conduce a las casas de cemento y al edificio de oficinas. La tercera carretera es la nueva, excavada en la falda del monte, encajonada entre muros contra los que chocan ondas acústicas de cláxones y motores que se esparcen por el monte en ángulos exactos.
Un gato blanco pasea por la vía de grava, diáfana, isoterma, de un día primaveral de invierno. El asfalto, al lado del muro de ladrillo rojo, es un cielo simétrico. Un autobús de color rojo circula arriba, rodeando la última casita de la urbanización, por encima del muro ajardinado.
Los gatos, por la tarde, atusan su pelaje con la lengua, recostados sobre el sendero de grava. Un gato rabón con aspecto de gato montés hace cabriolas entre los demás. Los gatos se erizan, se encogen, se alzan cuando se aproximan unos a otros. Sonidos de puertas de coches cerrándose, llegan hasta la vía. Un gato gris y blanco, sin miedo, zigzaguea entre zarzas. Otro, medio ibérico, elegante, inspecciona los bajos de un capó de un coche mal aparcado.
La gatita anaranjada se relame una patita sentada sobre una superficie de césped verde, al lado del muro de piedra.
Cae la noche. El monte, negro y abrupto, duerme.
El monte tiene tres carreteras. La más alta conduce a la central eléctrica abandonada y a los huertos donde ya sólo quedan las viejas casetas hechas con restos de obras y los árboles plantados que las daban sombra. La segunda carretera conduce a las casas de cemento y al edificio de oficinas. La tercera carretera es la nueva, excavada en la falda del monte, encajonada entre muros contra los que chocan ondas acústicas de cláxones y motores que se esparcen por el monte en ángulos exactos.
Un gato blanco pasea por la vía de grava, diáfana, isoterma, de un día primaveral de invierno. El asfalto, al lado del muro de ladrillo rojo, es un cielo simétrico. Un autobús de color rojo circula arriba, rodeando la última casita de la urbanización, por encima del muro ajardinado.
Los gatos, por la tarde, atusan su pelaje con la lengua, recostados sobre el sendero de grava. Un gato rabón con aspecto de gato montés hace cabriolas entre los demás. Los gatos se erizan, se encogen, se alzan cuando se aproximan unos a otros. Sonidos de puertas de coches cerrándose, llegan hasta la vía. Un gato gris y blanco, sin miedo, zigzaguea entre zarzas. Otro, medio ibérico, elegante, inspecciona los bajos de un capó de un coche mal aparcado.
La gatita anaranjada se relame una patita sentada sobre una superficie de césped verde, al lado del muro de piedra.
Cae la noche. El monte, negro y abrupto, duerme.
lunes, 2 de febrero de 2009
Pag.15 $ La huída
Un sol grande blanco resplandece al suroeste, iluminando las fachadas Sur de los caseríos. Al amanecer, un grupo de palomas atraviesan volando la zona y se posan cerca del muro de piedra donde dos o tres gatitos juegan a cazarlas, abalanzándose sobre ellas a saltitos y carreras cortas y rápidas. En verano, juguetean con crías de gorrión caídas de los nidos, que atenazan con sus pequeñas patas para después soltarlas y atraparlas de nuevo.
Un hombre pasea por la vía acompañado de un perro marrón y blanco, grande y fuerte. Todos los perros rehuyen la zona pero éste se acerca a los gatos apostados al lado del muro de ladrillo rojo meneando la cola, alegre. Un gato pequeño y delgado, de colores oscuros, marrones y negros, asustado, se abalanza sobre él. El perro retrocede entre extrañado y asustado.
Al día siguiente vuelve sin el amo acompañado de un perro más negro que gris, más bajito y más feo. Minutos antes de que los canes lleguen a la vía, olfateando un peligro invisible, los gatos emprenden la huida, trepando por los muros y ocultándose entre la maleza, desvaneciéndose.
Ha empezado a lloviznar. Al fondo a la derecha, por encima del puente peatonal, las chimeneas de los adosados con corona antiviento de color negro, trazan, sobre un fondo gris, un diagrama de barras decreciente.
Por la tarde, una niebla de poca densidad se adueña del monte, descendiendo de altitud al bajar la temperatura. Niebla y frío.
Arriba, en los grandes ventanales blancos de las casitas y adosados de la urbanización, ninguna luz encendida.
Pag.14 $ Un gato blanco y negro
Ayer
Viento de frío y nieve. Nubes grises de alta resolución se alargan hacia el Norte.A la derecha del caserío alto, sobre el muro de contención que les separa de la carretera nueva, junto a una furgoneta abandonada, hay pintados graffities de letras de molde de colores rojos, azules y negros.
En la vía urbana, al mediodía, al lado del ladrillo del muro rojo, hay espacios vacíos para aparcar dos o tres coches. Practicando jogging, un hombre de mediana estatura, recorre longitudinalmente la calle, con zancadas cortas.
Un gato blanco y negro, el mismo gato de ayer, está al lado del muro de piedra junto a una abertura de acceso, semioculta por arbustos, piedras y ramas. Por la tarde empieza a lloviznar en medio de una quietud dominical. Lejos, una luz interceptada por las ramas de un árbol, parpádea.
De noche, el monte delimita fondos de colores oscuros. Bajo la lluvia, mojándose en el mismo lugar, el mismo gato blanco y negro.
Viento de frío y nieve. Nubes grises de alta resolución se alargan hacia el Norte.A la derecha del caserío alto, sobre el muro de contención que les separa de la carretera nueva, junto a una furgoneta abandonada, hay pintados graffities de letras de molde de colores rojos, azules y negros.
En la vía urbana, al mediodía, al lado del ladrillo del muro rojo, hay espacios vacíos para aparcar dos o tres coches. Practicando jogging, un hombre de mediana estatura, recorre longitudinalmente la calle, con zancadas cortas.
Un gato blanco y negro, el mismo gato de ayer, está al lado del muro de piedra junto a una abertura de acceso, semioculta por arbustos, piedras y ramas. Por la tarde empieza a lloviznar en medio de una quietud dominical. Lejos, una luz interceptada por las ramas de un árbol, parpádea.
De noche, el monte delimita fondos de colores oscuros. Bajo la lluvia, mojándose en el mismo lugar, el mismo gato blanco y negro.
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