lunes, 2 de febrero de 2009
Pag.15 $ La huída
Un sol grande blanco resplandece al suroeste, iluminando las fachadas Sur de los caseríos. Al amanecer, un grupo de palomas atraviesan volando la zona y se posan cerca del muro de piedra donde dos o tres gatitos juegan a cazarlas, abalanzándose sobre ellas a saltitos y carreras cortas y rápidas. En verano, juguetean con crías de gorrión caídas de los nidos, que atenazan con sus pequeñas patas para después soltarlas y atraparlas de nuevo.
Un hombre pasea por la vía acompañado de un perro marrón y blanco, grande y fuerte. Todos los perros rehuyen la zona pero éste se acerca a los gatos apostados al lado del muro de ladrillo rojo meneando la cola, alegre. Un gato pequeño y delgado, de colores oscuros, marrones y negros, asustado, se abalanza sobre él. El perro retrocede entre extrañado y asustado.
Al día siguiente vuelve sin el amo acompañado de un perro más negro que gris, más bajito y más feo. Minutos antes de que los canes lleguen a la vía, olfateando un peligro invisible, los gatos emprenden la huida, trepando por los muros y ocultándose entre la maleza, desvaneciéndose.
Ha empezado a lloviznar. Al fondo a la derecha, por encima del puente peatonal, las chimeneas de los adosados con corona antiviento de color negro, trazan, sobre un fondo gris, un diagrama de barras decreciente.
Por la tarde, una niebla de poca densidad se adueña del monte, descendiendo de altitud al bajar la temperatura. Niebla y frío.
Arriba, en los grandes ventanales blancos de las casitas y adosados de la urbanización, ninguna luz encendida.
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