viernes, 27 de febrero de 2009
Pag.40 $ Las torres
Niebla de nubes bajas transparentan contornos de árboles y líneas geométricas de casas y montes. Sopla un aire frío de presiones bajas. Se oyen trinos nocturnos, casi al alba y bandadas de pájaros vuelan dirección Norte.
La niebla, con la salida del sol, se disipa en un vaho brumoso que flota al Noroeste y el monte se pinta de un color verdinegro, de sombras oscuras. El gato elegante trepa por el muro de piedra y se adentra en el matorral espeso. Un cielo despejado y azul coloniza una atmósfera fría, invernal, ruidosa. El sol del Este proyecta sombras de árboles y arbustos sobre la vía de grava.
A las cuatro de la tarde, dos gatitos juegan como oseznos, revolcándose sobre el sendero, entremezclados. Una ventana oeste de una casita de la urbanización permanece abierta. Arriba, los huertos yacen quietos, divididos por setos sin podar, con casetas abandonadas, alguna con forma de menhir prehistórico.
Al otro lado del monte, se abre un extenso valle que alberga varias pistas de aterrizaje longitudinales. Rodeada de caseríos orientados al Sur, edificios de pocas plantas y pequeñas empresas, se prolonga, en el llano, una pista de aterrizaje abandonada de color gris mate, con su torre de control con forma de tuerca, de cabeza pentagonal acristalada. Enfrentada a la vieja pista, cruzándose sobre ella, una nueva reluciente, señalizada con pintura blanca y con una flecha gigante de torre de control, apoyada sobre columnas blancas espaciadas que descansan sobre el techo de un edificio curvo.
Elongación de tiempo, elongación de luz. Anochece.
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