jueves, 26 de febrero de 2009
Pag.39 $ Depredador
Temprana claridad diurna. Tres palomas grises vuelan hasta una de las entradas al refugio oculto de los gatos. Un coche desaparca con ruido a bielas sueltas.
El sol irradia luz intensa, de aros concéntricos y ondas sinusoidales. Un coche diésel aparca en la vía urbana y suena una musiquilla andaluza de queja, de lamento alegre. Una chica de mediana edad con un abrigo de color marrón claro, blusa roja y pantalones negros, abre con una llave la puerta de un coche aparcado mientras habla por un móvil con gestos de impaciencia, de desdén, de pequeña inconveniencia. Desabrocha su abrigo y lo deposita en el asiento delantero.
Dos gatos, uno blanco y el otro marrón y blanco toman el sol, sentados a modo de esfinges pétreas. Se oyen sirenas de ambulancias, de bomberos y otros gatos salen de sus guaridas, avanzando por el sendero de grava, semiocultos entre tapices discontinuos de hierbas verdes, de finos hilos.
El sol, por la tarde, filtra sus rayos a través de delgadas capas de nubes altas. Los adosados de la urbanización bajan las tres persianas orientadas al Oeste, de huecos con forma de hexágono regular seccionado en dos. Siete u ocho gatos se recuestan sobre el césped, en medio del camino de grava, al sol. Un laurel cercano agita sus hojas y todos los gatos alzan sus orejas clavando los ojos en una dirección concreta como si hubiera algo que sólo ellos pudieran ver. Depredador.
Atardece con un frío de nieve y un cielo seminuboso de penumbra.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario