Montes de cimas cubiertas por nieve, lejos, al Oeste. Nieve y frío. Unos gorriones buscan comida sobre la acera, frente al muro de ladrillo rojo agrietado. Planean palomas sobre la vía. Caen goterones de balcones y salientes. Sobre el sendero, tres gatos soportan inmunes la lluvía, el frío y la humedad, un gato gris y blanco, uno blanco y negro y la gatita anaranjada.
Un aguzanieves despliega las alas y una cola triangular, chri...chri...chri... y con técnica de diafragma fotográfico, alza el vuelo. Momentos después, un gato ibérico acecha las ventanas de los rascacielos oculto, camuflado. Los gatos trepan jugando con su centro de masas, vuelan como ardillas rotando sobre sí mismos y aterrizan sobre sus cuatro patas, indemnes.
A las dieciseis horas y siete minutos, relampaguea, truena y retumba el monte, retumban las casitas de la urbanización y retumba la vía de grava. Un gato gris y blanco retrocede y se refugia bajo un Peugeot gris oscuro nuevo y curioso, observa la lluvia caer. Una perpendicularidad óptica hace brillar las ventanas de las casas de la urbanización. Poco después, la neblina y las oleadas de lluvia intensa incomodan y ahuyentan a los gatos que buscan refugio entre los muros de piedra.
Gotean árboles y casas. En una calle diagonal, en la entrada de un restaurante chino, dos leones asiáticos esperan.
sábado, 7 de febrero de 2009
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