sábado, 21 de febrero de 2009

Pag.34 $ Aguilas imperiales


Cielo azul de brisa fresca. Una zona blanca brilla azulada al Este. Sombras chinescas de cipreses, chopos y palmeras sobre un fondo blanco nuboso. En el centro, en la parte alta, un pórtico de piedra, puerta de entrada al cementerio. Un gato dormita en una via de hierba verde, de tallos cada vez más altos.

De un edificio cercano sin patio interior, sobresalen tendederos de ropa, que cuelga, secándose al sol. Se oyen maullidos de lucha en el matorral. Arriba, al lado del árcén, las abejas polinizan flores amarillas de acebos de hojas rojizas y granates. Por encima de las cañas de bambú, dispersos, inclinados por el viento, cardos de tallos oscuros, vacíos de semillas.

Arriba, en el monte, cuatro águilas reales de alas kilométricas trazan círculos de espiras crecientes.

Brilla el sol y sopla una brisa fría. Por la tarde, el sol del Suroeste, proyecta sobre la vía de grava, sombras de rascacielos cercanos y calienta una zona intermedia donde impacientes, esperan los gatos.

Anochece. Una cuadrilla de chicos y chicas de barrio celebran el carnaval a la derecha del caserío alto reformado. Las bases de los cimientos de hormigón del muro que separa el desnivel entre la carretera y el camino a los caseríos, les sirven de asientos.

Muy cerca, abandonada, aparcada, violentada..., una furgoneta matriculada en Madrid con letras NY, de color gris marino, tipo Equipo A, con asientos traseros de doble fila individuales abatibles, con ropa seminueva y enseres diversos en su interior.

Cielo azul oscuro. Al Oeste y al Suroeste brillan sendas estrellas.

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