sábado, 28 de febrero de 2009
Pag.41 $ Un gato, dos placas
Atmósfera cálida de nubes altas blancas de líneas irregulares. Un coche llega y aparca, otro, al poco rato, marcha y deja el mismo hueco vacío. Un aguzanieves de color gris, blanco y negro, se posa sobre la vía urbana y avisa de la llegada de un frente frío, sin convicción. Un acorde de flauta emana de las ramas de un árbol de coral. Operarios municipales envueltos en monos de trabajo barren las aceras mientras ajustan volúmenes musicales.
El sol de la mañana refleja sobre el parabrisas de un coche aparcado, un color azulado de sirena policial. Sopla una brisa suave, envolvente, cálida. Por encima de la barandilla azul marino de un ramal del arcén, sobresalen, hojas rojizas de setos que paran los vientos. Un pájaro cercano imita un trino de golondrina, descendente, encadenado, lleno de erres largas.
Sobre la vía urbana, un gato oscuro yace inmóvil, muerto entre coches aparcados, entre placas numéricas, al lado del muro de ladrillo rojo, al nor noroeste de la vía. Ha muerto grácil, sin dolor, recostado como un gato doméstico, soñando en cestas, niños y regalos navideños. Los gatos hoy saben.
Se echa la tarde sobre un cielo cubierto por bruma y nubes cerradas de color blanco. El monte es hoy un duelo de gatos que se cruzan, de gatos que mueren.
Sopla una brisa fría de luto. Anochece.
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