lunes, 2 de marzo de 2009

Pag.42 $ Dos motos de 125 cc.

Ayer

Día brumoso de cielo opaco, triste... Un gato blanco y negro atigrado pasea por la vía de grava. Otro, este ibérico, olfatea por entre los coches aparcados. Día de Elecciones.

A las once cuarenta y cinco minutos se encienden las farolas municipales y el monte recuerda hogueras y hogares de gentes que ya no están. Suena una sirena de ambulancia estridente como una bocina de bicicleta antigua y se extinguen las luces públicas. Minutos después, las ambulancias prolongan su eco, constante, monótono, continuo hasta perderse en la lejanía.

Arriba, por encima de la central eléctrica abandonada, proyectado sobre un cielo blanco, crece un árbol frondoso de copa esférica con pequeñas ondulaciones y ancho tronco. Suenan campanadas dominicales.

En el caserío alto, semitapadas por una lona gris oscura, en una esquina formada por un seto y la valla exterior, apoyada una sobre la otra, dos motos de ciento veinticinco centímetros cúbicos, conscientemente olvidadas, reposan al lado de leños, sacos de cemento y cactus gigantes.

Una niebla fría y húmeda abriga el monte. Anochece.

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