jueves, 5 de marzo de 2009

Pag.46 $ Un gorrión contra el viento


Retrocede el tiempo y amanece un día sin luz, lluvioso y frío. El termómetro marca siete grados en la vía urbana, once grados en las laderas del monte donde resguardados se levantan los caseríos. Ruidos de truenos, motores de coches y aviones se entremezclan y resuenan por la vía de grava. Un trueno crepita en cascada. Se cierra el cielo y graniza sobre la vía con estruendos metálicos.

El caserío alto exhibe, por encima de viguetas y entarimados de madera, rodeada de tejas acanaladas de arcilla, una pequeña claraboya orientada al Sur. En la fachada Oeste, sobresale un voladizo a dos aguas por donde asoman ventanucos de triángulos y círculos.

Una chica con un chubasquero color azul marino pasea sin capucha por la vía acompañada de un pastor alemán y un setter irlandés. Graniza. Olas verdes surcan prados y huertos. Las palomas inician vuelos de flechas hacia el Sureste.

El gatito elegante desciende por el muro de cemento al camino de grava y estira convulsivamente sus patitas traseras, mostrando su hociquito blanco, su hociquito de estrella. Sale el sol y sopla fuerte el viento a las dieciseis menos tres minutos y los gatos se sacuden la humedad del matorral adherida a su pelaje. Arriba, en los huertos vacíos, por encima de las casitas y adosados, un compact disk vierte destellos de estrella doméstica de hogares ancestrales.

El viento raso, el viento de altura, el viento Sureste atrona. Un gorrión encorbatado vuela contra el viento, un metro, dos metros y finalmente se posa sobre una ramita del zarzal. Rayos de luz Oeste con nubes grises al Sureste crean filtros fotográficos, de contrastes naturales inquietantes.

El monte es hoy un gato negro naranja de tonalidades oscuras. Brilla el posamanos metálico junto a la acera que sube hasta la urbanización. Se oye un claxon. El laurel más frondoso se inclina, se balancea, se tambalea azotado por un viento de turbina eólica atronadora.

Anochece.

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