miércoles, 11 de marzo de 2009

Pag.52 $ Triángulos cósmicos


Neblina difusa. Cielo gris cubierto, de temperatura fresca, suave. Una chica, joven estudiante, avisa a gritos de algo. Merodea un gato blanco y marrón. Zumban rozamientos de neumáticos. Suena la tracción trasera de un camión envejecido.

Lejos, en la otra vertiente del monte, junto a la vieja torre de control, estudiantes de la escuela de helicópteros, ponen a prueba sus conocimientos en vuelos verticales, circulares, ensordecedores. Mil y un ruidos mecánicos se acoplan al monte, al huerto, a los caseríos.

Un siamés marroncito claro se rasca el cuello con su patita trasera. Una luz blanca envuelve el monte. Un gato gris y blanco avanza por el huerto entre las hierbas afiladas.

A las once, acurrucado junto al muro de ladrillo rojo, un gato negro naranja; más allá, al Sureste, alineado, un siamés de caserío.

Atardecer frío de tejidos nubosos transparentes y rayos solares escasos. Despuntan, sobre un fondo verde, al lado del sendero de grava, tres dientes de león, altos, amarillos. Los postes eléctricos arrojan sombras de triángulos cósmicos de relieves insondables.

Motos potentes se alejan, aceleradas, carretera arriba. Puntuales vuelven los gorriones al laurel. Un coche abandona el aparcamiento, lento.

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