martes, 3 de marzo de 2009
Pag.44 $ Barreras inmateriales
Claridad diurna. Niebla en la cima del monte. Un par de palomas blancas se posan sobre el sendero de grava. El monte, poco a poco, se despereza y se desprende del espacio gaussiano que corona la cima. Los coches rugen y maniobran al aparcar en espacios ajustados, con marcha atrás, marcha adelante, girando, enderezando y vuelta a empezar.
El cielo se mueve dirección Noroeste. Junto al árbol de coral, sobre una columna de ladrillo rojo asentada encima del muro de piedra humedecido, un gato gris y blanco descansa y se relame. A la izquierda, una gran masa blanca oculta un cielo azul de verano.
Desde el matorral llega un maullido triste, lánguido... Débiles rayos de sol iluminan la vía de grava.
Al mediodía, nubes cumulares alargadas ocupan el cielo azul. Por la tarde, los gatos de caserío rompen barreras inmateriales e invaden la vía de grava, la vía del muro de piedra. Un viejo gato gris y blanco salta por el muro de ladrillo rojo sobre el asfalto mientras dos gatitos supervivientes juegan juntos ajenos. Maulla un gato marrón y blanco y el sol, cada día más alto, broncea las piedras del muro y los troncos de los árboles de coral.
Varias personas se aproximan a un coche, charlando sobre sus cosas, deshinibidas y tres gatos sobre la vía congelan sus músculos, inmóviles, tensos.
Al atardecer, vuelven los gorriones al laurel y suenan motores diésel de primavera cerca de los aparcamientos de batería. Varios gatos, camuflados segundos antes, hacen y deshacen caminos de grava y de asfalto.
En el huerto del caserío, ondulaciones del terreno, al lado de matorrales y arbustos, dibujan líneas rectas discontinuas de ángulos rectos, restos de antiguas particiones.
Anochece
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario