lunes, 23 de marzo de 2009

Pag. 63 $ Un jardín de rocalla

Ayer

Cielo azul. Sol Este. Al lado del muro de ladrillo rojo con base de hormigón armado, junto al zarzal más selvático, se mueve un gato gris y blanco. Los laureles sombrean la vía de grava. Un gatito blanco se acomoda entre luces y sombras sobre el terraplén, encima del muro de cemento.

Residentes inician excursiones de domingo a parajes cercanos. Suenan detonaciones, traqueteos intercalados de sonidos metálicos, arriba, en la cima del monte. En los huertos, despuntan hojitas verdes de las ramas más altas de las higueras.

Al borde de la carretera que sube a los caseríos de los ocicats, plantaron hace años, un jardín de rocalla natural, con macizos de flores rosas y amarillas, plantas aromáticas verdes y blancas y plantas trepadoras sobre piedras de color ocre naranja. En el centro del jardín medra un cerezo en flor.

Por la tarde, el sol Oeste ilumina las fachadas de ladrillos refractarios de los adosados. Anochece. Por la calzada, pasan coches con las luces de cruce encendidas.

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