lunes, 23 de febrero de 2009
Pag.36 $ El incendio
Amanece. Un gato negro y otro gris y blanco se mueven entre los zarzales junto al muro de ladrillo rojo. Un estruendo de trinos brotan de laureles próximos. Cielo nuboso, grisáceo, escalonado, fantasmagórico.
Un coche pasa con las luces de cruce encendidas. Arriba, en la herradura de asfalto, los autobuses rojos parecen cajitas rectangulares iluminadas sobre un fondo de claroscuros.
Un cortacésped se adueña de las frecuencias sonoras. Arriba, en el cielo, las nubes se dirigen con lentitud suave al Suroeste. Un gato de color negruzco con pinceladas naranja, se sienta junto al muro de ladrillo rojo y ladea la cabeza robóticamente, intuyendo algún movimiento en el subsuelo. Después atusa su pelaje con la lengua y relame una de sus patitas. Un gato gris y blanco de porte firme se une al primer gato y observa el largo y ancho de la vía con sus orejas levantadas y vista fija.
Los árboles coralinos multiplican sus vástagos aéreos. El caserío grande dividido en dos, conserva un área negruzca alrededor de un ventanal de madera al Oeste, restos de un incendio, de llamas en el zagüan que alcanzaron el granero.
Anochece un ciclo cerrado.
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