miércoles, 11 de febrero de 2009
Pag.24 $ Nidos metálicos
Amanece con un frescor de agua fría y calor. En el cielo, nubes negras, viajan veloces rumbo Sureste. Niebla espesa en la cima de los montes, lejos, al Oeste.
Por la mañana, operarios municipales horadan y sustituyen viejas zapatas de cemento que mantienen la verticalidad de tubos huecos metálicos, altos y desgarbados, herencia de árboles milenarios, de laminados siderúrgicos, de ciudades enterradas en el tiempo... . Dentro de los focos, en verano, anidan gorriones.
Los nuevos tubos son de tres piezas. El dintel de soporte exhibe dos diámetros diferentes con dos estructuras curvilíneas diagonales de las que cuelgan, en cada una, un volúmen ovoide de cristal.
Un gato multicolor se apresura, raudo, por el sendero de grava. Ruge el viento en la cima del monte.
Varias personas realizan labores de carga y descarga y suena dulce, un elevador mecánico alimentado por una batería eléctrica. Una furgoneta al ralentí cruje sincrónicamente al lado de pavimentos de relieves floreados y terrazos de areniscas marrones y blancos.
Dos siameses, de color castaño claro, caminan por el sendero imitando a los gatos grises y blancos. Al poco rato, trastabillan y tropiezan cómicamente, sentándose sobre sus patas traseras al lado del muro de piedra, sobre un césped verde.
Se oyen maullidos tristes. Anochece.
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