martes, 31 de marzo de 2009
Pag.72 $ Bueyes negros
Monte negro. Nubes grises. Asfalto seco. Frescor. Prado verdinegro. Suenan vibraciones de ondas neozelandesas, de indígenas mahoríes, sobre la vía de grava. Con motores a dos tiempos, pequeños y ágiles karts recorren la vía de grava.
Vetas azules entre un mar de olas blancas, cubren el cielo. La vía de grava, es hoy, un césped segado, recuerdos de yugos, bueyes y carros. Sobre la vía de grava un gato blanco y negro.
Por la tarde, bajo un cielo gris, sentado sobre un coche rojo, observa la vía, un gato gris y blanco. En medio de la calzada, el viento voltea una pluma gris y blanca. Pasa, por encima, una ambulancia de colores rupestres.
Arriba, cargado de heno, arrastrado por bueyes de colores ocres, espera junto al caserío, un carro de ruedas sólidas. Lejos, bueyes negros castellanos obedecen, dóciles, anacrónicos, órdenes de mando e inician una marcha terrorífica, inesperada, de potentes crujidos metálicos de piedras y estrellas.
Ayer tres gatos grises y blancos, noctámbulos, asaltaron la vía urbana. Luna en cuarto creciente al Oeste. Anochece.
lunes, 30 de marzo de 2009
Pag.71 $ Estrellas binarias
Lluvia. Frío. Cambio horario. Una casita de la urbanización amanece con las luces interiores encendidas. Un siamés camina hacia el Norte por la vía de grava. Trinos. Al Este nubes grises y blancas. Se abren claros y sale el sol, puntual, discontinuo, por encima de tejados, árboles y prados. Sobre la vía un gato blanco y negro. Arriba, en el cielo, ruge un avión comercial.
Suena una ambulancia con sabor tropical. El bar hispanoamericano con su bandera nacional tricolor confeccionada de papel junto al escudo del club de fútbol de la villa hecho de tela, ambos sobre una cristalera visible desde el exterior, ha empezado a cerrar un día entresemana. Mariposas de agua colonizan el laurel y la vía, cada vez más verde, se llena de estrellas binarias, acuáticas, de elipses enlazadas.
Con dos luces blancas encendidas sobre el tren de aterrizaje, vuela bajo, un avión. Por la tarde, tres gatos blancos recostados, contemplan cómo el gatito ocicat se oculta agazapándose sobre las hierbas afiladas, verdes, puntiagudas que crecen al lado del muro de ladrillo rojo.
Se oye ronca, rugosa una avioneta. Dos halcones cetreros surcan el cielo entre nubes bicolores grises y blancas.
Pag.70 $ Llaves ancestrales
Ayer
Lluvia nocturna. Frío. Por la mañana, entre grandes nubes grises, sale el sol. Sopla un aire fresco húmedo. Silencio. Se oyen ansiosas voces infantiles. Cerca del muro de cemento, indolentes, coexisten un gato blanco y negro y uno blanco. Un coche con el motor encendido espera en doble fila al Norte de la calzada. Dos personas pasean por la acera hablando de fútbol.
Las campanas repican a misa, doblan el tiempo apocalíptico, llaman a la oración. Desde arriba, las iglesias son puertas tachonadas con cerraduras, llaves ancestrales y ventanas de quillas de barcos de piedra y cristal. Gatos ibéricos, gatos negros y un gato gris y blanco, desganados, caminan al Sureste.
Por la tarde un sol de luz ténue calienta el rebaño, hoy en la cima del monte, a la derecha de las antenas de radio y televisión. Se instalan sombras a derecha e izquierda de la vía soleada. Una bandada de palomas flota en el viento, por encima del muro de ladrillo rojo encalado de gris, antes de posarse sobre alfeízares y repisas cubiertas.
Un conductor gira varias veces la llave de contacto. Suenan platinos desgastados. El gatito ocicat marginado, indiferente, se relame sobre la zapata de la catenaria.
Cae la noche. Un cielo azul marino con pinceladas blancas cubre el monte. Un gato marrón y blanco, indeciso, merodea por la vía de grava.
Duerme una hoja de laurel. Maúlla un gato.
Lluvia nocturna. Frío. Por la mañana, entre grandes nubes grises, sale el sol. Sopla un aire fresco húmedo. Silencio. Se oyen ansiosas voces infantiles. Cerca del muro de cemento, indolentes, coexisten un gato blanco y negro y uno blanco. Un coche con el motor encendido espera en doble fila al Norte de la calzada. Dos personas pasean por la acera hablando de fútbol.
Las campanas repican a misa, doblan el tiempo apocalíptico, llaman a la oración. Desde arriba, las iglesias son puertas tachonadas con cerraduras, llaves ancestrales y ventanas de quillas de barcos de piedra y cristal. Gatos ibéricos, gatos negros y un gato gris y blanco, desganados, caminan al Sureste.
Por la tarde un sol de luz ténue calienta el rebaño, hoy en la cima del monte, a la derecha de las antenas de radio y televisión. Se instalan sombras a derecha e izquierda de la vía soleada. Una bandada de palomas flota en el viento, por encima del muro de ladrillo rojo encalado de gris, antes de posarse sobre alfeízares y repisas cubiertas.
Un conductor gira varias veces la llave de contacto. Suenan platinos desgastados. El gatito ocicat marginado, indiferente, se relame sobre la zapata de la catenaria.
Cae la noche. Un cielo azul marino con pinceladas blancas cubre el monte. Un gato marrón y blanco, indeciso, merodea por la vía de grava.
Duerme una hoja de laurel. Maúlla un gato.
sábado, 28 de marzo de 2009
Pag. 69 $ Un mástil blanco
Cielo y asfalto gris acero húmedo. Un pequeño vehículo municipal con escobas giratorias barre las aceras. Sopla una brisa suave. Un viejo gato gris y blanco camina al Sureste por el sendero de grava. Suena el temblor sísmico de un coche aparcando. Arriba, por debajo de las antenas repetidoras, sobre un prado acotado, pastan juntas ocho ovejas blancas. Tres gatos blancos y negros se mueven aleatorios junto al muro de piedra.
Por la tarde, volúmenes irregulares de nubes blancas intercaladas de claros azules fluyen lentos hacia el Sureste. Las ovejas, trashumantes, pacen ahora en el prado colindante a la central eléctrica abandonada.
A orillas del estuario, cerca de un puente colgante anclado a dos pilares de piedra gris, de remaches y soldaduras, hay un mástil blanco hecho de madera, cuerdas y espacios tiempos curvos. Crecen, junto a una casa de piedra con escudo heráldico, árboles de flores blancas.
Anochece.
viernes, 27 de marzo de 2009
Pag. 68 $ Barras de estrellas
Neblina. Nubes renderizadas, gaussianas. Grava blanca y gris clara. Cerezos en flor. Trinos. Por la vía, se mueve recio, musculoso, un gato negro naranja. Los árboles se llenan de hojas blancas, verdes agua, granates... y el prado del caserío, extensión del huerto y el invernadero, absorbe y desprende humedad de primavera.
Sale un sol competitivo, tenaz entre montañas de nubes grises oscuras. En el huerto, apilados, no muy lejos de los árboles frutales, hay restos de ramas menudas de podas antiguas con hojarasca. El caserío alto es, al Oeste, una barra agujereada de estrellas, con una puerta de madera, casi siempre cerrada, bajo un arco de piedra ocre. Un gato gris y blanco dormita al lado del muro de ladrillo rojo.
Por la tarde subespacios grises de texturas pixeladas cubren la cima del monte. Un gato gris y blanco avanza hacia el Noroeste sobre el asfalto por debajo de coches aparcados. Suena una ambulancia. Trina un jilguero.
Ayer, bajo el sol de la tarde, los gatos jugaron a ser nutrias sobre ríos de grava. Atardece.
jueves, 26 de marzo de 2009
Pag. 67 $ Coches de silicio
Cielo de nubes grises alargadas, particionadas. Atmósfera fresca, primaveral de olores a polen, a flores... Surgen, sobre una grava gris y negra, al Norte, un gato negro ibérico, un gato blanco, el gato rabón y otro oculto. Perforan el cielo azul estelas de campos arados, quebrados, blancos. Gañan en el firmamento bandadas de gaviotas grises y blancas.
Huecos de coches de silicio entran y salen por la vía urbana. Suena seco un freno de mano. Junto al muro de ladrillo rojo, rodeado por hierbas y matojos, relame su piel un jóven gato gris y blanco. Un gato blanco y negro avanza hacia el Sur. Trina un jilguero.
Por la tarde despresurizaciones tubulares mecen las hierbas verdes, las hojas del laurel y los tallos de bambú. Los gatos, sincronizados, avanzan al Sureste. Un gato gris y blanco avanza lento, precavido, reflexivo por la vía de grava.
Arriba, cerca de una carretera de montaña hay una cueva prehistórica abandonada con restos de fogatas y círculos de piedras sobre el suelo exterior. Desde la entrada puede verse un caserío y una hilera de eucaliptos.
Atardece.
miércoles, 25 de marzo de 2009
Pag.66 $ Cormoranes negros
Amanecer frío de nieve. Rocío. Escarcha. Nubes altas grises. Trinos. Niebla en la cima del monte. Un gatito blanco salta encima del terrario. Brilla una nube al Este. Por encima de los adosados, otra nube atrapada entre presiones barométricas se alarga, rota, gira sobre sí misma...se fragmenta. El monte amplifica sonidos, mira al Oeste, ennegrece.
El calor del sol reseca lento un asfalto medio húmedo. Por la calle un Hyundai persigue a un Audi. Un verdecillo se oculta en los arbustos cercanos. Aletea huidizo un gorrión. Un núcleo solar de hidrógeno y helio se refleja sobre el techo de un coche aparcado. Noventa grados.
Arriba, por debajo de la central eléctrica abandonada, sobre un prado verde húmedo, pacen agrupadas cuatro o cinco ovejas. Chirría anacrónica la puerta de un camión frigorífico. Se oye secuencial, rítmico el tambor de una lavadora.
De hendiduras y grietas del muro de ladrillo rojo brotan plantas vivaces y zarzas. Vuelan, a ras del agua, longitudinales al estuario de la ciudad, garzas chinas bajo plumajes de incansables cormoranes negros, submarinos. Seis o siete palomas grises y blancas planean a altitudes diferentes sobre la vía.
Un gato tricolor marrón, gris y blanco otea la vía de grava. Otro gris y blanco dormita ensimismado sobre un volkswagen azul marino aparcado. Bajo las hojas del laurel pían gorriones al atardecer.
Suena lejana la sirena de una ambulancia.
martes, 24 de marzo de 2009
Pag.65 $ Jaulas de Faraday
Cielo de acero frío, húmedo. Neblina. Trinos. Simultáneos se encienden motores de coches, bombas extractoras, motores a reacción... Gruje envejecido el motor de un camión. Llegan amortiguados sonidos inaudibles de frecuencias exactas.
Sentados sobre sus patas traseras eternecen dos gatitos blancos en su cueva verde, artificial, arbórea, terraria, inclinada, adusta. Hasta el refugio de los gatos del muro de piedra ha llegado, nadie sabe cómo, una alfombrilla roja donde los gatitos clavan las uñas y juegan enzarzados a derribarse.
Cruje el remolque de madera de un viejo camión de tonelaje medio. Caminan, sobre la vía, bajo un inesperado sirimiri, un gato negro naranja y uno blanco y negro. Por la tarde, junto al muro de ladrillo rojo, merodea felino, un gato gris y blanco. El gatito de hociquito blanco, un ocicat, se relame en medio de la vía.
Se oyen ladridos robóticos, mecánicos. Por el arcén elevado de la carretera nueva, descienden, haciendo corrillos, estudiantes de secundaria. En la bifurcación norte, arriba, un coche blanco seguido de otro rojo enfilan un descenso asfaltado rumbo a la ciudad.
Llegan vibraciones de propulsores de jaulas de Faraday. Sentado sobre una vespa amarilla, un rígido funcionario de Correos y Telégrafos uniformado pasa por la vía urbana.
A las diecisiete treinta minutos sale el sol entre nubes blancas y grises. Al atardecer, territoriales, agrestes, retornan los gorriones al laurel.
lunes, 23 de marzo de 2009
Pag.64 $ Un globo terráqueo
Cielo blaquiazul. Frescor frío. Un gatito gris y negro indaga entre las hierbas junto al zarzal oeste. Otro de color blanco hace equilibrios encima de la rama de un laurel sobre el muro de piedra.
Suena lejos una ambulancia entre golpes de herramientas de acero laminado. Florecen las higueras, el árbol de coral y los árboles caducos junto al edificio de oficinas. Brotan jerarquizadas hojas de agua, verdes transparentes.
Al mediodía sopla un frío de mar, a diecinueve grados centígrados. Por la tarde una bruma de seda marina crea profundidades de campo de contornos sombreados. Envejecen gatos de visión estereoscópica.
Arriba, en el monte, dentro de un caserío de piedra abalconado, una ventana entreabierta muestra un globo terráqueo azul. Atardece.
Pag. 63 $ Un jardín de rocalla
Ayer
Cielo azul. Sol Este. Al lado del muro de ladrillo rojo con base de hormigón armado, junto al zarzal más selvático, se mueve un gato gris y blanco. Los laureles sombrean la vía de grava. Un gatito blanco se acomoda entre luces y sombras sobre el terraplén, encima del muro de cemento.
Residentes inician excursiones de domingo a parajes cercanos. Suenan detonaciones, traqueteos intercalados de sonidos metálicos, arriba, en la cima del monte. En los huertos, despuntan hojitas verdes de las ramas más altas de las higueras.
Al borde de la carretera que sube a los caseríos de los ocicats, plantaron hace años, un jardín de rocalla natural, con macizos de flores rosas y amarillas, plantas aromáticas verdes y blancas y plantas trepadoras sobre piedras de color ocre naranja. En el centro del jardín medra un cerezo en flor.
Por la tarde, el sol Oeste ilumina las fachadas de ladrillos refractarios de los adosados. Anochece. Por la calzada, pasan coches con las luces de cruce encendidas.
Cielo azul. Sol Este. Al lado del muro de ladrillo rojo con base de hormigón armado, junto al zarzal más selvático, se mueve un gato gris y blanco. Los laureles sombrean la vía de grava. Un gatito blanco se acomoda entre luces y sombras sobre el terraplén, encima del muro de cemento.
Residentes inician excursiones de domingo a parajes cercanos. Suenan detonaciones, traqueteos intercalados de sonidos metálicos, arriba, en la cima del monte. En los huertos, despuntan hojitas verdes de las ramas más altas de las higueras.
Al borde de la carretera que sube a los caseríos de los ocicats, plantaron hace años, un jardín de rocalla natural, con macizos de flores rosas y amarillas, plantas aromáticas verdes y blancas y plantas trepadoras sobre piedras de color ocre naranja. En el centro del jardín medra un cerezo en flor.
Por la tarde, el sol Oeste ilumina las fachadas de ladrillos refractarios de los adosados. Anochece. Por la calzada, pasan coches con las luces de cruce encendidas.
sábado, 21 de marzo de 2009
Pag. 62 $ Una simetría solar
Sol de invierno. Un gatito blanco de orejitas color oscuro otea la calzada desde el muro de ladrillo rojo. Un gato siamés dormita acurrucado entre las hierbas. Kepleriana, una simetría solar viaja por una uniformidad de elipses verdes hacia su apogeo.
Sobre superficies de céspedes verdes, giran perpendiculares al sol, campanillas amarillas y margaritas. Sopla un frío alpino de nieve. Encima del camino de grava, rozándose unos contra otros, un gatito rayón gris y blanco, un gatito ibérico y un siamés. Clarean marrones, copas de árboles caducos. Cielo azul humo.
Hornos de siderurgias y cementeras descansan al Noroeste. Una niña introduce un patinete en una furgoneta aparcada. Un aguzanieves se eleva sobre el muro de ladrillo rojo, chriiiii....chriiiii.......chriiiiii.
Atardecer umbrío.
viernes, 20 de marzo de 2009
Pag.61 $ Espejismos programados
Sol de primavera. Una autocaravana blanca con una cometa pintada aparca al Norte de la vía urbana. Dos gatos, uno blanco y negro, el otro ibérico caminan distanciados. Espejismos programados de furgonetas de reparto, de carga y descarga, surgen y se desvanecen en el tiempo. Cielo azul al Este. Neblina al Oeste.
Por la tarde sopla un viento frío de sombra. Espantada por el gato rabón, una paloma alza el vuelo. Coches mal aparcados salpican la vía urbana. Navega ruidosa, entre campos de isobaras paralelas, una avioneta.
Bordeando el camino a los caseríos crecen laureles cortavientos cuyas sombras se proyectan sobre el muro de separación con la carretera. Sol Oeste.
Reverdece el monte.
Pag. 60 $ Una encina
Ayer
Cielo azul sin nubes. Un aire cálido inclina las hierbas y balancea las hojas del zarzal. Salen voces desde la pasarela y los gatos alzan sus cabezas y dirigen sus orejas hacia ella. Por el camino de grava corre a saltos, alegre, un gatito blanco y negro.
Una joven atractiva aparca un Seat con destreza. Arriba, en el parque del edificio de oficinas, los árboles se colorean de granate; abajo, los huertos se visten de blanco.
Atletas con tatuajes, ciclistas en maillots rojos y paseantes en mangas de camisa ascienden arcén arriba. Se oyen ensayos musicales de procesiones de Semana Santa.
En un recodo de un camino escalonado de hormigón crece una encina. Desde un muro de contención, también de hormigón, pueden verse tejados ondulados de uralita y somieres de cunas sobre techos de láminas metálicas acanaladas. Imantada, trepa por el muro, una lagartija.
Una tórtola y después otra, surcan el aire. Abajo, en el patio de un colegio público, algunos niños juegan al fútbol.
Atardece una vía sin gatos.
Cielo azul sin nubes. Un aire cálido inclina las hierbas y balancea las hojas del zarzal. Salen voces desde la pasarela y los gatos alzan sus cabezas y dirigen sus orejas hacia ella. Por el camino de grava corre a saltos, alegre, un gatito blanco y negro.
Una joven atractiva aparca un Seat con destreza. Arriba, en el parque del edificio de oficinas, los árboles se colorean de granate; abajo, los huertos se visten de blanco.
Atletas con tatuajes, ciclistas en maillots rojos y paseantes en mangas de camisa ascienden arcén arriba. Se oyen ensayos musicales de procesiones de Semana Santa.
En un recodo de un camino escalonado de hormigón crece una encina. Desde un muro de contención, también de hormigón, pueden verse tejados ondulados de uralita y somieres de cunas sobre techos de láminas metálicas acanaladas. Imantada, trepa por el muro, una lagartija.
Una tórtola y después otra, surcan el aire. Abajo, en el patio de un colegio público, algunos niños juegan al fútbol.
Atardece una vía sin gatos.
miércoles, 18 de marzo de 2009
Pag.59 $ Frecuencias ocultas
Terrazas frescas. Verdes y negras laderas. Nubes altas blancas. Mulhacén.
Una gatita blanca y negra, la misma de ayer, pasea por el camino de grava. Se oyen túneles de viento de momentos angulares constantes. Chirrían pájaros de metal bajo el sol.
Un gatito blanco escucha frecuencias ocultas procedentes del Norte. Suena el eco de una ambulancia. Puertas de coches se cierran en la vía urbana.
Errática, una mariposa amarilla evoluciona frágil por encima de la hierba, de la grava. Suavizan el calor, brisas de aire húmedas. Los gatos, recostados, esperan. Sobrevuela la vía, planeando sin esfuerzo, una paloma blanca.
Por la vía urbana, transitan y algunas veces aparcan, coches de autoescuelas. Un gato negro naranja de orejas caídas, cabizbajo, se mueve al Sureste de la vía.
Atardece.
martes, 17 de marzo de 2009
Pag.58 $ Veintiocho grados
Cielo azul. Campos fotónicos se desvanecen sobre la vía de grava. Una gata blanca y negra pasea longitudinal.
Ladridos sordos, huecos se mezclan con rotores de helicópteros. Se oyen risas estereotipadas.
Un gorrión se posa en el alféizar de una ventana de un edificio colindante.
Las calles de la ciudad son hornos de Planck. Veintiocho grados.
De los árboles frutales brotan hojas blanquiverdes. En el balcón de una casita de cemento han desenrrollado un toldo antisol. Hasta once ventanas y un balcón en cada extremo, tiene la casita de color arena, en su fachada Oeste.
Sol de atardecer mediterráneo.
lunes, 16 de marzo de 2009
Pag.57 $ Cima electrostática
Frío suave. Niebla densa. Amanece.
Por encima del edificio de oficinas, con ventanas como visores estrechos de cascos de moto y superficie curva enlosada de color de papel reciclado, vaporizados, árboles, setos y prados. Arriba, en el cielo, se compactan nubes blancas.
El monte es hoy un pico nevado alto, inaccesible, de fondo azul y niebla en una cima electrostática. A las nueve y treinta minutos sale el sol. Junto al zarzal sobre la vía de grava, un gatito blanco y otro ibérico.
El muro de ladrillo rojo paralelo al muro de piedra es sustituido, al norte, por uno de hormigón de mayor grosor. Aparcado al lado, un viejo coche americano en venta. El gato blanco y negro atigrado de patas gruesas avanza, entre las hierbas altas de la vía, cauto, elástico, felino.
Por la tarde, el gatito de hociquito blanco investiga bajo los árboles frutales del huerto encima de hierbas segadas. Un gato gris y blanco frota su cabecita contra tallos endurecidos, rígidos.
Cielo azul, sin nubes. Se oye un traqueteo de piezas de madera. Sobre un fondo azul destacan los adosados de persianas blancas y muros rojos.
Escaldado por un manotazo inesperado, un gatito gris y blanco ensaya marchas marciales.
Lejos, en el valle, al final de la jornada laboral, los gatos pasean entre manchas de aceite y humos de procesos industriales.
Atardece.
Pag.56 $ Luz de posición
Ayer
Aire marino frío. Gaña una gaviota. Trinan melódicos pájaros cantores desde los huertos de los caseríos. Nubes grises de retazos negros. Asfalto húmedo. Dos gatos sobre la vía, uno blanco se yergue y desentumece huesos y músculos arqueándose, otro siamés cabila sentado.
Un gato gris y blanco camina por el borde estrecho, a ras de suelo, de la canalización de cemento al Nor noroeste. Un gorrión perseguido por otro hace zig zags en el aire. Gotas de agua reflejan verdes azulados.
Por la tarde, a intervalos, sale breve un sol tibio y los gatitos juegan entrelazados sobre el camino de grava. Un conductor pregunta a un peatón por una dirección. En el cielo Noreste se abre un claro azul. Viento Oeste. Anochece.
En el extremo más alto de una antena de radio y televisión, brilla roja, una luz de posición.
Aire marino frío. Gaña una gaviota. Trinan melódicos pájaros cantores desde los huertos de los caseríos. Nubes grises de retazos negros. Asfalto húmedo. Dos gatos sobre la vía, uno blanco se yergue y desentumece huesos y músculos arqueándose, otro siamés cabila sentado.
Un gato gris y blanco camina por el borde estrecho, a ras de suelo, de la canalización de cemento al Nor noroeste. Un gorrión perseguido por otro hace zig zags en el aire. Gotas de agua reflejan verdes azulados.
Por la tarde, a intervalos, sale breve un sol tibio y los gatitos juegan entrelazados sobre el camino de grava. Un conductor pregunta a un peatón por una dirección. En el cielo Noreste se abre un claro azul. Viento Oeste. Anochece.
En el extremo más alto de una antena de radio y televisión, brilla roja, una luz de posición.
sábado, 14 de marzo de 2009
Pag. 55 $ Un helicóptero amarillo
Nubes bajas filtran rayos solares de primavera. Sobre la vía de grava, quieto, un gatito blanco. Otro gris y blanco se atusa el pelaje sobre el muro de ladrillo rojo.
Se oyen detonaciones subsónicas de escopeta. Junto a un macizo de juncos segados, acurrucado, duerme un siamés. Por encima del viaducto, en el huerto, sobre el techo de una caseta de madera, encima de alfombrillas de coches, baldosas urbanas, bajo un árbol en flor, duerme ovillado un ocicat.
Un viejo helicóptero amarillo con cabina negra sobrevuela el monte. Revolotea al azar una mariposa blanca.
Una nubulosa cálida blanquea una atmósfera urbana llena de grúas y ejes, de edificios, tejados y volúmenes escalonados, diferenciados.
Sopla frío un viento de mar. Anochece.
viernes, 13 de marzo de 2009
Pag.54 $ Una casa torre medieval
Amanece. Un coche con una escalera en la vaca se prepara para salir. Trinan pájaros. En el cielo, corredores aéreos, blancos, primero líneas, luego trazos anchos. A la derecha, por encima de los contornos de sombras de las chimeneas de los adosados, entre perfiles del árbol de coral, se eleva un sol del Este.
Un gatito ibérico sale del refugio y camina ortogonal hacia el muro de ladrillo rojo. El gato blanco y negro, ayer gatito, imita durante segundos al lobo heráldico de la ciudad, levantando y flexionando su patita delantera, junto al zarzal que crece al lado del muro de ladrillo rojo.
Suenan hojas de laurel al rozarse unas con otras movidas por un viento térmico, variable. Junto al muro de piedra de la casona, bajo un zarzal, alguien ha dejado una cajita rectangular con comida para gatos.
Alborozados pían bandadas de gorriones; al poco rato, queda solitario, un gorriato de píos espaciados, débiles. Sol de invierno abrasador.
En el acceso a la ciudad, un semáforo detiene una pequeña furgoneta con una escalera de madera envejecida en la vaca. Brillan estructuras metálicas, a derecha e izquierda, de una torre de radio y televisión, arriba en la cima del monte. Sol Oeste.
Una casa torre medieval, trasladada en el tiempo y en el espacio, descansa sobre el césped de un parque cercano, con una oveja colgante de escudo, esculpida encima de un arco de piedra caravista, ventanucos verticales estrechos de gran castillo y ventanas de mansión, arriba, en el segundo piso. Un sol, también esculpido en la piedra con rayos ondulados y otro vacío de líneas, hacen reflexionar al visitante.
El viento derribó con un ángulo de cuarenta y cinco grados medio muro de los tres conservados y meses tardaron en recomponerlo, labor sencilla porque las piedras están numeradas y quedan ensambladas matemáticamente.
De un coche oscuro, se apea un joven, con gafas de sol negras. Atardece.
De noche, los gatos juegan a cazar mariposas nocturnas persiguiéndolas a saltos por la vía de grava.
jueves, 12 de marzo de 2009
Pag.53 $ Anclajes metálicos
Aire frío. Cielo sin nubes. Pequeños pájaros vuelan por encima del monte cubierto por una neblina de cristal. Temprano sale el sol. Una madre habla con su hija, todavía niña, de camino a la guardería. Dos gatos, uno gris y blanco, el otro oculto, pelean enzarzados, junto al muro de ladrillo rojo.
Se oyen golpes de picos, de herramientas de perforación. Camiones, todoterrenos y furgonetas enfilan el estrecho camino de asfalto, de dirección única. Los pájaros silban, trinan, revolotean debajo de los aleros de los caseríos. Vibra con fuerza el aire por el trino de un jilguero oculto en el zarzal.
El muro de colores ocres que rodea la casona grande, al lado del camino en cuesta, conserva todavía viejos anclajes y argollas metálicas, oxidadas por el viento y la humedad, de antiguos apeaderos de caballerizas. Se oye una motosierra reconvertida en máquina cortacésped.
Por la tarde, nubes blancas altas atenúan el calor del sol. Los gatos, hoy, se reparten por la vía, semiagrupados, algunos a la sombra, otros al sol. Sentado sobre una zapata de hormigón, descansa el gato negro despellejado.
Algunos gatitos, hace un mes cachorros traviesos, son hoy gatitos casi adultos, juveniles, elásticos.
El monte se tiñe de verde. Atardece.
miércoles, 11 de marzo de 2009
Pag.52 $ Triángulos cósmicos
Neblina difusa. Cielo gris cubierto, de temperatura fresca, suave. Una chica, joven estudiante, avisa a gritos de algo. Merodea un gato blanco y marrón. Zumban rozamientos de neumáticos. Suena la tracción trasera de un camión envejecido.
Lejos, en la otra vertiente del monte, junto a la vieja torre de control, estudiantes de la escuela de helicópteros, ponen a prueba sus conocimientos en vuelos verticales, circulares, ensordecedores. Mil y un ruidos mecánicos se acoplan al monte, al huerto, a los caseríos.
Un siamés marroncito claro se rasca el cuello con su patita trasera. Una luz blanca envuelve el monte. Un gato gris y blanco avanza por el huerto entre las hierbas afiladas.
A las once, acurrucado junto al muro de ladrillo rojo, un gato negro naranja; más allá, al Sureste, alineado, un siamés de caserío.
Atardecer frío de tejidos nubosos transparentes y rayos solares escasos. Despuntan, sobre un fondo verde, al lado del sendero de grava, tres dientes de león, altos, amarillos. Los postes eléctricos arrojan sombras de triángulos cósmicos de relieves insondables.
Motos potentes se alejan, aceleradas, carretera arriba. Puntuales vuelven los gorriones al laurel. Un coche abandona el aparcamiento, lento.
martes, 10 de marzo de 2009
Pag. 51 $ Anfiteatro romano
Cielo despejado. Frío de nieve. Una línea de oruga, de tanque cruza el cielo azul. Una luminosidad creciente se instala en el tiempo y por encima de los adosados de la urbanización, el sol baña con sus rayos los campos de Este a Oeste. Una camioneta fuerza una transmisión mecánica en la vía urbana.
Puntos parabólicos de agua reflejan, sobre hierbas en pendiente, colores azules, verdes oceánicos y blancos. Un tapiz de musgo verde humedecido por el agua, crece sobre el encalado del muro de ladrillo rojo, junto a los coches aparcados, donde varios gorriones saltarines picotean un asfalto mojado.
A las nueve y cuarto, rayos solares inciden sobre la cima del monte, sobre ondulaciones naturales, sobre los árboles de la vía, proyectando sombras alargadas. El monte es hoy un arrozal del sudeste asiático, un anfiteatro romano, de acústica perfecta.
La luz solar rebota contra el reverso de un panel de información de la carretera nueva, de tablas metálicas machihembradas, a modo de persiana estática. Un siamés toma el sol, sentado, en el huerto. Otro blanco y negro atigrado, se encuentra frente al muro de piedra, ausente.
El sol asciende casi vertical sobre el horizonte y a las diez horas, ilumina el monte y las fachadas Sur y Este de los caseríos. Sopla un frío de nieve, un frío de invierno.
Por la tarde, gatos blancos y alguno gris, se tumban al sol al lado del muro de piedra, junto a la sombra proyectada por un rascacielos próximo. Un gatito gris y negro con cola de mapache, trepa por el muro, ágil. Otro gatito blanco imita a un león heráldico y ahuyenta a una paloma gris y blanca posada sobre el muro de cemento, al lado del terraplén.
Nubes blancas oscurecen la vía, el monte, los huertos... Entre gritos de niños que juegan, trinos de pájaros y motores de coches que cruzan la calzada, atardece.
Duerme un sol vespertino.
lunes, 9 de marzo de 2009
Pag. 50 $ Azul clínico
Nubes de asfalto y grava colorean un amanecer de polaridad química. Una luminosiad diáfana pinta los planos de la pradera, inclinados, perpendiculares, de blanco, de azul clínico, de verde escarcha.
Un gato gris y blanco camina por el borde del canal longitudinal de desagüe paralelo al muro de ladrillo rojo. Llovizna. Un siamés y un gato negro naranja descansan sobre la vía. Otro gato, éste negro, con la espalda ligeramente despellejada, camina hacia el Noroeste.
A las catorce horas, dos gatos grises y blancos se acomodan sobre la carrocería de sendos coches aparcados.
Por la tarde sale el sol. Una persona sube por el monte como antaño, deteniéndose bajo los árboles, contemplando los huertos vacíos. Por el arcén de la carretera, a paso ligero, sincronizados, caminan una pareja de jubilados. Por entre las zarzas, junto al muro de ladrillo rojo, asoma el gatito elegante.
Reverdece el monte.
Pag.49 $ Constelaciones de estrellas
Ayer
Mediodía luminoso de atmósfera húmeda no evaporada, de trinos de pájaros y quietud dominical. Personas equipadas con mochilas toman el sendero de los caseríos.
Sentados, acicalándose, alejados unos de otros, tres gatos blancos y grises se despliegan y triangulan la vía de grava. Un joven desgarbado, esmirriado, vestido con ropa oscura, fotografía el laurel del Sureste con una cámara digital.
El sol calienta las gotas de agua adheridas a las briznas de hierba y evapora el color escarcha. Los canales de drenaje desalojan el agua de lluvia caida ayer.
Al anochecer abrigados por el muro de piedra, el laurel y los árboles de coral, los gatos dibujan, sobre la vía de grava, constelaciones de estrellas.
Mediodía luminoso de atmósfera húmeda no evaporada, de trinos de pájaros y quietud dominical. Personas equipadas con mochilas toman el sendero de los caseríos.
Sentados, acicalándose, alejados unos de otros, tres gatos blancos y grises se despliegan y triangulan la vía de grava. Un joven desgarbado, esmirriado, vestido con ropa oscura, fotografía el laurel del Sureste con una cámara digital.
El sol calienta las gotas de agua adheridas a las briznas de hierba y evapora el color escarcha. Los canales de drenaje desalojan el agua de lluvia caida ayer.
Al anochecer abrigados por el muro de piedra, el laurel y los árboles de coral, los gatos dibujan, sobre la vía de grava, constelaciones de estrellas.
sábado, 7 de marzo de 2009
Pag.48 $ Gremlins
Sirimiri cálido. Sirimiri frío. La chimenea del caserío alto es un tubo metálico de superficie de latón sumergido al Oeste. Filamentos de agua flotan lentos en corrientes lenticulares de aire y barren el monte de Noroeste a Sureste. El monte es hoy un velero de mástiles pétreos y velas cuánticas.
Arriba, la niebla oculta la cima y sólo deja ver la estructura metálica de una antena de radio y televisión. Un gato maulla intercalando erres guturales. Una gata naranja camina por el sendero de grava junto al muro de piedra.
Los gatos son gremlins, maestros de la imitación, artistas del camuflaje. Desde el centro de la ciudad llegan sonidos de sirenas de coches de bomberos. Un gato irascible se adentra en el zarzal, receloso, cauto. La niebla densa, fría, húmeda se adueña del monte hasta la cota de las casitas de cemento.
Dos gatos se acomodan en diagonal al muro de piedra y esperan. Un siamés les observa desde el zarzal que crece junto al muro de ladrillo rojo. Hierbas altas, crecidas, de humedales umbríos, se curvan por su propio peso y blanquean una zona de la vía como la escarcha al alba.
Al anochecer la niebla cierra el monte.
viernes, 6 de marzo de 2009
Pag.47 $ Canguros y ardillas
Frío y humedad. Al Noreste evolucionan nubes rojizas, pálidas. Columnas de vapor negro brotan cálidas, arriba, en la cima del monte. A las nueve en punto sale y se desvanece el sol.
Un gatito siamés taciturno estornuda sobre la vía, bajo la lluvia y el frío antes de refugiarse en sótanos, desvanes o guaridas subterráneas.
El alzado frontal del campanario próximo es una casita de miniatura de anchos aleros, con una cruz y un pararayos en el vértice superior. La puerta es un pequeño arco de triunfo con campana de hierro automática. Dos pequeños triángulos de piedra a derecha e izquierda hacen de árboles custodios.
Un estornino busca refugio en la vía de grava huyendo de cimas nevadas. El gatito siamés, inseguro, vulnerable, tembloroso tiene sueños de ardilla laboriosa, de oveja sosegada, de canguro brincando por el monte, por el huerto, por la vía...
Nubes grisáceas clausuran el monte. Anochece.
jueves, 5 de marzo de 2009
Pag.46 $ Un gorrión contra el viento
Retrocede el tiempo y amanece un día sin luz, lluvioso y frío. El termómetro marca siete grados en la vía urbana, once grados en las laderas del monte donde resguardados se levantan los caseríos. Ruidos de truenos, motores de coches y aviones se entremezclan y resuenan por la vía de grava. Un trueno crepita en cascada. Se cierra el cielo y graniza sobre la vía con estruendos metálicos.
El caserío alto exhibe, por encima de viguetas y entarimados de madera, rodeada de tejas acanaladas de arcilla, una pequeña claraboya orientada al Sur. En la fachada Oeste, sobresale un voladizo a dos aguas por donde asoman ventanucos de triángulos y círculos.
Una chica con un chubasquero color azul marino pasea sin capucha por la vía acompañada de un pastor alemán y un setter irlandés. Graniza. Olas verdes surcan prados y huertos. Las palomas inician vuelos de flechas hacia el Sureste.
El gatito elegante desciende por el muro de cemento al camino de grava y estira convulsivamente sus patitas traseras, mostrando su hociquito blanco, su hociquito de estrella. Sale el sol y sopla fuerte el viento a las dieciseis menos tres minutos y los gatos se sacuden la humedad del matorral adherida a su pelaje. Arriba, en los huertos vacíos, por encima de las casitas y adosados, un compact disk vierte destellos de estrella doméstica de hogares ancestrales.
El viento raso, el viento de altura, el viento Sureste atrona. Un gorrión encorbatado vuela contra el viento, un metro, dos metros y finalmente se posa sobre una ramita del zarzal. Rayos de luz Oeste con nubes grises al Sureste crean filtros fotográficos, de contrastes naturales inquietantes.
El monte es hoy un gato negro naranja de tonalidades oscuras. Brilla el posamanos metálico junto a la acera que sube hasta la urbanización. Se oye un claxon. El laurel más frondoso se inclina, se balancea, se tambalea azotado por un viento de turbina eólica atronadora.
Anochece.
miércoles, 4 de marzo de 2009
Pag.45 $ Un coche deportivo
Tres paraguas de colores verde, azul marino y negro ascienden, camino arriba, hasta el pequeño caserío alto reformado. Una oscuridad de nubes oscuras húmedas se desplaza al Sureste. Las gotas, burbujas y choques de líquidos contra sólidos crean composiciones de maracas sonoras, tropicales, constantes. La vía de grava es un ecosistema de drenaje escalonado al Oeste, de pendientes largas y suaves al Noreste, hoy vacía de gatos, de dueños de perros y de niños.
Los gatos blancos bajo la lluvia son hoy cisnes de plumas hidrófugas, sobre lagos grises de superficies blancas y atmósferas curvas.
Sale el sol y los gatos se acicalan, se relamen sobre la vía o sobre la lámina metálica del techo de un coche aparcado, o encima de un ladrillo rojo, sobre el muro.
El sol da paso a la borrasca y un vendaval de agua racheada quiebra varillas de paraguas y cala uniformes escolares de chicos y chicas escépticos, impacientes. Por la tarde vuelve a romperse el frente borrascoso y el viento y el sol abren claros azules entre nubes rápidas blancas y grises. Un joven en bicicleta se refugia bajo balcones urbanos sin detenerse. Un aguzanieves receloso llena la vía de reflejos de arcos de agua, de viento, de olas marinas.
Los gatos recorren la vía ora rápidos ora sigilosos y cautos. Un coche negro deportivo aparcado, el mismo sobre el que ha estado un gris y blanco, atrae la atención del gato que zigzaguea y durante minutos observa el coche con sus orejas gachas mientras un gato con andares de tigre jóven, sale caminando de los bajos.
Al Noreste se abre un cielo azul y empujadas por el viento, grandes nubes negras rodean un monte de cúpula azul celeste. Las nubes oscurecen el monte y la luz rebota sobre el huerto verde amarillento.
A las diecisiete y treinta y nueve minutos, relucen las fachadas blancas de las casitas de la urbanización adornadas por un semicírculo de colores borrosos.
Oscurece una atmósfera fría, húmeda, de maullidos bucólicos, miaowwwwwww, repetitivos, miaowwwwwwwww, tristes....
martes, 3 de marzo de 2009
Pag.44 $ Barreras inmateriales
Claridad diurna. Niebla en la cima del monte. Un par de palomas blancas se posan sobre el sendero de grava. El monte, poco a poco, se despereza y se desprende del espacio gaussiano que corona la cima. Los coches rugen y maniobran al aparcar en espacios ajustados, con marcha atrás, marcha adelante, girando, enderezando y vuelta a empezar.
El cielo se mueve dirección Noroeste. Junto al árbol de coral, sobre una columna de ladrillo rojo asentada encima del muro de piedra humedecido, un gato gris y blanco descansa y se relame. A la izquierda, una gran masa blanca oculta un cielo azul de verano.
Desde el matorral llega un maullido triste, lánguido... Débiles rayos de sol iluminan la vía de grava.
Al mediodía, nubes cumulares alargadas ocupan el cielo azul. Por la tarde, los gatos de caserío rompen barreras inmateriales e invaden la vía de grava, la vía del muro de piedra. Un viejo gato gris y blanco salta por el muro de ladrillo rojo sobre el asfalto mientras dos gatitos supervivientes juegan juntos ajenos. Maulla un gato marrón y blanco y el sol, cada día más alto, broncea las piedras del muro y los troncos de los árboles de coral.
Varias personas se aproximan a un coche, charlando sobre sus cosas, deshinibidas y tres gatos sobre la vía congelan sus músculos, inmóviles, tensos.
Al atardecer, vuelven los gorriones al laurel y suenan motores diésel de primavera cerca de los aparcamientos de batería. Varios gatos, camuflados segundos antes, hacen y deshacen caminos de grava y de asfalto.
En el huerto del caserío, ondulaciones del terreno, al lado de matorrales y arbustos, dibujan líneas rectas discontinuas de ángulos rectos, restos de antiguas particiones.
Anochece
lunes, 2 de marzo de 2009
Pag.43 $ Rápidos de miniatura
Llueve sobre el monte, sobre el asfalto, sobre la carretera... . Pequeñas manchas negras de nubes y cielo gris cerrado arriba definen tonalidades luminosas de claros oscuros húmedos. Una película de agua cubre los coches de la vía y el monte suena a bosque tropical de cortinas acuosas y acuíferos subterráneos.
El gato que zigzaguea al andar, gris y blanco, trepa por el muro de ladrillo rojo y avanza por la vía de grava entre las hierbas altas con sigilo, consciente de ser observado.
Arriba, en el monte, se forman pequeños riachuelos naturales, rápidos de miniatura por arrastre de fondos de arena y piedras. Brotan plantas trepadoras de las jardineras de la urbanización y en la vía férrea, sobre la grava gruesa, nacen pequeñas plantas vivaces con aspecto de lenguas colgantes verdes.
Por la tarde sigue lloviendo y tres gatos, dos blancos y grises, el otro negro, saltan a la vía urbana guareciéndose de la lluvia bajo los coches y el paraguas natural del zarzal. Otro gato, completamente negro, permanece bajo la lluvia sentado al lado del muro de piedra, sobre el sendero.
Nubes negras y grises cierran el monte. Anochece.
Pag.42 $ Dos motos de 125 cc.
Ayer
Día brumoso de cielo opaco, triste... Un gato blanco y negro atigrado pasea por la vía de grava. Otro, este ibérico, olfatea por entre los coches aparcados. Día de Elecciones.
A las once cuarenta y cinco minutos se encienden las farolas municipales y el monte recuerda hogueras y hogares de gentes que ya no están. Suena una sirena de ambulancia estridente como una bocina de bicicleta antigua y se extinguen las luces públicas. Minutos después, las ambulancias prolongan su eco, constante, monótono, continuo hasta perderse en la lejanía.
Arriba, por encima de la central eléctrica abandonada, proyectado sobre un cielo blanco, crece un árbol frondoso de copa esférica con pequeñas ondulaciones y ancho tronco. Suenan campanadas dominicales.
En el caserío alto, semitapadas por una lona gris oscura, en una esquina formada por un seto y la valla exterior, apoyada una sobre la otra, dos motos de ciento veinticinco centímetros cúbicos, conscientemente olvidadas, reposan al lado de leños, sacos de cemento y cactus gigantes.
Una niebla fría y húmeda abriga el monte. Anochece.
Día brumoso de cielo opaco, triste... Un gato blanco y negro atigrado pasea por la vía de grava. Otro, este ibérico, olfatea por entre los coches aparcados. Día de Elecciones.
A las once cuarenta y cinco minutos se encienden las farolas municipales y el monte recuerda hogueras y hogares de gentes que ya no están. Suena una sirena de ambulancia estridente como una bocina de bicicleta antigua y se extinguen las luces públicas. Minutos después, las ambulancias prolongan su eco, constante, monótono, continuo hasta perderse en la lejanía.
Arriba, por encima de la central eléctrica abandonada, proyectado sobre un cielo blanco, crece un árbol frondoso de copa esférica con pequeñas ondulaciones y ancho tronco. Suenan campanadas dominicales.
En el caserío alto, semitapadas por una lona gris oscura, en una esquina formada por un seto y la valla exterior, apoyada una sobre la otra, dos motos de ciento veinticinco centímetros cúbicos, conscientemente olvidadas, reposan al lado de leños, sacos de cemento y cactus gigantes.
Una niebla fría y húmeda abriga el monte. Anochece.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)