miércoles, 29 de abril de 2009

Pag.100 $ Manantiales de hierro


Niebla en la cima. Asfalto húmedo. Nubes grises. Olor a menta, a césped mojado. Encima de la zapata de la catenaria, se despereza, un gato negro naranja. Trinos. Se disipa la niebla y reverdece el mikeldi. Llueve. La atmósfera húmeda, primaveral, ionizada, agrada a los gatos que curiosean por la vía olfateando lentos, perezosos, las hierbas.

Acompañado de un niño de cinco o seis años rezagado, empujando un cochecito de bebé, pasa por la acera, un joven de tendencias obesas. Llegan fragmentos de música latina, dance. Suenan turbinas de un avión, después un eco eterno. Viento Sureste. Conquista la vía un volumen de aire cálido.

Por la tarde, bajo un cielo blanco y azul, los gatos deambulan por la vía. Junto a caminos rurales, a la umbría de árboles frondosos, fluyen manantiales de hierro contra piedras de sillería.

Atardece.

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