martes, 28 de abril de 2009
Pag.99 $ Ardillas rojas
Nubes grises al Sureste. Claros al Noreste. Alegres gorjeos. Monte de atmósfera húmeda. Definen el mundo, sobre el terrario, un siamés y un gato blanco y negro. Destellea el sol. Abre la puerta de un coche aparcado, vestida con ropa de operario de almacén, desgarbada, una jóven alta de pelo largo. Los gatos, precavidos, otean semiocultos entre las hierbas que crecen junto al muro de ladrillo rojo.Suena suave, prolongada, discontinua, una motosierra. Sobre un monte verde, arbolado, boscoso, brilla el sol.
Por la tarde sopla fuerte el viento Este y los gatos se acomodan sobre la grava. Giran las hojas noventa grados y muestran enveses linfáticos, verdes claros. Junto al muro de ladrillo rojo, por encima de arbustos crecidos, corretea ortogonal y salta inquieto, el gato rabón. Surcan el prado de la casona, criaturas sinusoidales. Camina arcén abajo, una estudiante de andares firmes, secos, varoniles. Empequeñecida, arriba en el monte, arrastrada por el viento, haciendo acrobacias de parapente, vuela una gaviota gris y blanca.
Al lado de caseríos viejos y merenderos de verano, por ramas horizontales de pinos, corretean, ardillas rojas. Atardece.
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