lunes, 6 de abril de 2009

Pag.77 $ Manto áccido

Ayer

Atmósfera de frescor tibio. Cielo gris. Un gato negro naranja camina por la vía de grava. Suena una perforadora de estratos geológicos que ahoga el redoblar de las campanas de la villa. Por carreteras de montaña, circulan motoristas con mochilas sobre motos negras trucadas.

Sobreviven, al borde de la carretera, viejos postes de madera con tomas de tierra. El limonero aligera el peso de sus ramas sobre un manto áccido de cinco ph. Nubes alargadas grises oscuras se extienden por el cielo Norte.

En los caseríos de los ocicats crecen dentro de recintos vallados orientados al Norte, laureles frondosos al lado de flores blancas clericales. Por la tarde, bajo un cielo de acero, el gatito ocicat de hociquito blanco se sienta alejado unos metros de la colonia, en medio del sendero, como un perrito pastor cuidando un rebaño de ovejas.

Se encienden por un error burocrático las luces públicas. Aparcado junto a la vieja casona, inicia la marcha atrás un automóvil.

Atardece un arcén vacío. Anochece una vía sin gatos.

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